viernes, 30 de noviembre de 2018

Crítica: Cam (2018)


Primer largometraje del director Daniel Goldhaber, cuyo guión fue escrito por la también debutante Isa Mazzei. Se estrenó a nivel mundial por medio de Netflix el pasado 16 de noviembre, aunque antes de eso la película también tuvo paso por algunos festivales.  

Sinopsis:

Alice (Madeline Brewer) es una ambiciosa camgirl que un día despierta y descubre que ha sido reemplazada de su propio show en internet con una copia exacta de ella misma. 



Comentarios generales:

A pesar de ser una exclusiva de Netflix, Cam ciertamente estuvo rondando muy por debajo del radar a diferencia de otras producciones de dicho servicio y no fue sino hasta hace algunos días que obtuvo notoriedad gracias a sus buenas críticas; en especial la brindada por Stephen King. Esto la puso inmediatamente en el mapa y la verdad me alegra que se diera eso debido a que se trata de una de las propuestas más frescas del año.

Y mucho de ello depende no solo del gran trabajo que realiza tras la cámara Goldhaber, sino también en la manera en la que una ex camgirl como Mazzei presenta su historia, cuyo principal objetivo es nunca mostrar al personaje de Alice como una víctima de sus decisiones laborales.

Algo que se puede percibir desde el increíble intro con el que se añade un nivel de tensión impresionante en los primeros siete minutos, aunque esta no es la constante durante un primer acto que se enfoca principalmente en las metas que nuestra protagonista tiene con su carrera y cómo explota su talento para alcanzarlas hasta que algo le arruina su momento de gloria.

Lo cual es el detonante para iniciar con lo que es en esencia un thriller muy dinámico que por determinados momentos entra en los territorios de The Twilight Zone ante lo inexplicable que resulta todo el tema de la suplantación. Uno que poco a poco va provocando que Alice vaya perdiendo la compostura y tome más riesgos, aumentando así la tensión conforme se va acercando a su objetivo debido a que siempre existe esa sensación de que ante cada nuevo paso que da corre más peligro.

La parte final es probablemente la que deje inconformes a algunos gracias a la revelación sobre lo que hay detrás de la copia, ya que la verdad se sale por completo de lo esperado y no se profundiza demasiado al respecto. Solo ponen la idea sobre la mesa para que la trama siga fluyendo y,  aunque no creo que afecte demasiado, lo cierto es que si deja una sensación de vacío en la conclusión.

En las actuaciones este es el show de Madeline Brewer, quien hace un trabajo estupendo con un personaje que está lejos de ser simple. Por un lado tiene el componente erótico que logra a la perfección, pero además de eso tiene que mostrar distintas facetas que ayuden a involucrarte con su personaje y sentir pena por su situación sin que se vuelva precisamente una víctima indefensa.

La producción es de buena nota: el trabajo de fotografía es bueno, la dirección de arte está bien cuidada, el score está ok, el trabajo de sonido cumple, los efectos son sólidos y la labor de maquillaje discreta.

Opinión final: Cam resultó bastante entretenida. Sin duda una de las mayores sorpresas de 2018.

Ojometro:
****