martes, 31 de marzo de 2020

Crítica: Vivarium (2020)


Película dirigida por Lorcan Finnegan (Without Name) y escrita por Garret Shanley. Se estrenó en VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 27 de marzo, mientras que su salida en formato físico recién fue confirmada para el próximo 12 de mayo.

Sinopsis:

Gemma (Imogen Poots) y Tom (Jesse Eisenberg) son una joven pareja que está pensando adquirir su primera casa. Un día visitan una agencia donde son recibidos por un extraño agente de ventas que rápidamente los lleva a un peculiar desarrollo de casas donde quedarán atrapados en la pesadilla surrealista de la vida cotidiana.



Comentarios generales:

Una de las películas que más ruido hizo durante la etapa de festivales en 2019 fue Vivarium, así que era natural que mi interés por esta fuera en aumento conforme avanzaban los meses. Aunque también debo de decir que al tener 17 nombres ligados bajo algún tipo de rol como productores me generaban ciertas dudas debido a que esa es una señal poco alentadora en cuanto a la visión original del proyecto; sin embargo, a pesar de esto el resultado final ha sido bastante agradable.

Lo cual sin duda me hace lamentar que la película no se pudiera estrenar en cines gracias a la situación actual que se vive en el mundo, ya que lo traído por Finnegan y Shanley merecía tener ese tipo de exposición gracias a que convierten algo que bien pudo haber sido un simple clon de algún episodio de The Twilight Zone en una mezcla de géneros muy entretenida con la que, además, salen avantes de casi todos los riesgos que toman.

Ya que estamos ante una historia a la que no le toma más de 15 minutos para establecer la problemática central, haciendo con esto que existan altas probabilidades de que lo mostrado se torne aburrido o repetitivo demasiado rápido, pero la realidad es que dicho contratiempo no se da de manera tan acelerada como piensas. Esto porque desde muy temprano el director muestra gran habilidad para hacer que rutinas simples resulten interesantes con algunos ajustes que involucran determinadas metas para nuestros protagonistas en su búsqueda por salir del lugar (ejemplo: caminar directo al sol) y que, al combinarse con la vibrante locación, en todo momento logran generar una sensación de extrañeza bastante peculiar.

Por si esto no fuera suficiente, las rarezas se incrementan cuando hace acto de presencia un niño y con ello se llega al que es el mensaje más evidente de la película: el estancamiento de la vida familiar en los suburbios. Todo por medio de la monotonía que involucra criarlo debido a las exigencias que requiere, aunque en realidad esto es solo una parte del sufrimiento gracias a que también se expone la pesadilla que significa vivir la misma rutina una y otra vez casi en automático, desgastando así a unos personajes cuyo desarrollo no es el más complejo pero van manifestando diversos cambios que los llevan a lidiar con la situación de manera distinta.

Hasta aquí todo va bien. Sin embargo, también hay que decir que dicha monotonía provoca que el ritmo decaiga y con ello se den los que son indudablemente los momentos más flojos durante el segundo acto debido a que se le empiezan a dar muchas vueltas al misterio sin que se sienta un avance concreto.

Situación que se soluciona llegando a la parte final. No tanto porque se ofrezcan muchas respuestas claras (casi todo se deja a la interpretación), sino porque los elementos sci-fi adquieren mayor peso y gracias a eso te puedes dar una idea sobre lo que hay detrás. Además de que la intensidad añadida ayuda a que el cierre resulte mucho más efectivo.

Las actuaciones son muy buenas, con un Jesse Eisenberg en un papel mucho más serio a lo que nos tiene acostumbrados y el pequeño Senan Jennings haciendo una labor por varios lapsos inquietante; aunque sin duda quien más resalta es Imogen Poots. Ella es quien carga con todo el peso emocional de la película y en verdad lo hace de manera genial al ofrecer un viaje de emociones que van desde la felicidad hasta el miedo, la ira o incluso un muy discreto amor maternal.

La producción también es de buena factura: el trabajo de fotografía es sólido, la dirección de arte es impecable, cuenta con un buen score, el trabajo de sonido es limpio, los efectos son simples y la labor de maquillaje es discreta.  

Opinión final: Vivarium me gustó. Película extraña y con tintes más cargados hacia el sci-fi que no es para todos los gustos, pero que vale la pena darle una oportunidad.

Ojometro:
****

martes, 24 de marzo de 2020

Crítica: Clown Fear (2020)


Película dirigida por Minh Collins, quien además comparte créditos como co-escritor del guión junto a la protagonista Sadie Katz. Se estrenó en VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 18 de febrero, aunque todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Una novia en fuga y sus damas de honor quedan varadas en un apartado pueblo manejado por payasos. A pesar de lo excéntrico del lugar todo lo demás parece relativamente normal, pero pronto se darán cuenta que estos payasos tienen sus peculiares reglas.



Comentarios generales:

Después de las exitosas películas de “It” los payasos volvieron para quedarse por un buen rato como figuras populares dentro del género de terror, tal vez no al nivel que vimos con los zombies en los 2010s, pero si con el suficiente atractivo para ver películas sobre estos año tras año. Algo que sin duda puede dar resultados tanto positivos como negativos por igual, sobre todo por las limitantes que parecieran traer consigo estos personajes al momento de buscar ideas frescas y que Clown Fear deja bastante en evidencia.

Ya que realmente lo que nos ofrecen Collins y Katz es algo peligrosamente similar a lo que vimos en Clown Motel el año pasado, con sus diferencias claro, pero básicamente con el mismo concepto. Aunque en este caso los payasos si tienen un rol relevante prácticamente desde el inicio y se establece rápidamente su peligrosidad para lograr que la presencia de las victimas dentro del hotel siempre resulte algo tensa debido a las rarezas que viven gracias a los empleados o a los mismos habitantes del pueblo.

Esto hace que la primera media hora sea relativamente aceptable, incluso podemos ver algunas muertes que aportan sangre; sin embargo, en un punto resulta demasiado evidente que las cosas empiezan a alargarse de manera innecesaria por medio de escenas que, en su mayoría, no aportan demasiado a la historia y hacen que el desarrollo resulte muy lento. De hecho, solo están ahí para explotar el elemento sexual que siempre trae consigo Sadie Katz.

Gracias a esto la parte final se siente muy acelerada y por varios lapsos hasta improvisada. Con el tema del carnaval saliendo de la nada y con progresos en determinados personajes un tanto incomprensibles que llevan a un desenlace con pocas emociones, aunque al menos se guardan un par de sorpresas para tratar de que las cosas no resulten tan planas.

En el tema de las actuaciones el tono caricaturesco/exagerado es el que predomina, lo cual funciona de cierta forma con los payasos pero con el resto no ayuda en lo absoluto. La producción refleja el poco presupuesto con el que contó: el trabajo de fotografía es muy pobre, la dirección de arte está ok, el score es genérico, el trabajo de sonido no es el mejor, los efectos prácticos son decentes y la labor de maquillaje resulta funcional.

Opinión final: Clown Fear es decepcionante. Película con cierto potencial que se pierde entre sucesos irrelevantes y su larga duración.

Ojometro:
**

viernes, 20 de marzo de 2020

Crítica: Ravers (2020)


Producción inglesa dirigida por Bernhard Pucher y escrita por Luke Foster. Se estrenó en VOD y formato digital dentro del Reino Unido el pasado 16 de marzo, aunque todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Cuando una bebida energética altamente contaminada convierte un rave ilegal en una autentica pesadilla, una periodista con germofobía tendrá que superar todos sus temores para poder sacar a sus amigos con vida de tan antihigiénico lugar. 



Comentarios generales:

Creo que la primera vez que escuché sobre Ravers fue por ahí de 2015 o 2016, se trataba de un proyecto pequeño aparentemente de zombies pero nunca se revelaron más detalles y se perdió con el paso de los años. Parecía que había muerto, así que por eso me sorprendió de manera grata el saber que finalmente se estrenaría este mismo año y después de investigar un poco más sobre todo lo que tuvo que pasar para poder completarse me alegra que el resultado final fuera por lo menos entretenido.

Esto porque lo ofrecido por Pucher es un trabajo sin grandes pretensiones que intenta salirse un poco de lo habitual al presentarnos una historia que en esencia es de zombies sin que estos sean precisamente zombies en toda la regla. Utilizando un elemento básico como lo es un producto contaminado y complementándolo con la estupidez juvenil para ir desenrollando un problema que al inicio no es tan grave e incluso queda en un plano secundario para dar el tiempo suficiente a la introducción de nuestra protagonista germofóbica (Becky), pero que ante una serie de malas decisiones se va volviendo más y más grande hasta el punto de generar un gran caos que no necesita de mucho espacio para desarrollarse.

Sin duda un inicio que no resulta el más atractivo, sin embargo, una vez que empieza la contaminación de los humanos las cosas se vuelven bastante disfrutables. En especial porque se utiliza de manera creativa ciertos elementos del propio rave para representar aspectos del cine de zombies que todos conocemos o los hemos visto en otras películas, tales como cambiar la insaciable búsqueda de carne o cerebros por drogas, sexo u alcohol, así como utilizar la tan peculiar música como elemento para calmar a los enojados asistentes (en lugar de, por ejemplo, fuegos artificiales).

Todo bajo un ritmo ágil entre peleas y persecuciones que van desde ridículas hasta entretenidas, mostrando violencia constante para establecer el peligro que representan los “no zombies” e incluso algo de ligero humor. Aunque también en un punto las acciones se vuelven un tanto repetitivas rumbo a la parte final.

La cual tiene sin duda los momentos de mayor impacto visual de todo el filme y añade un poco más de sustancia al poner a Becky a enfrentar sus propios miedos de manera frecuente para lograr un desenlace con mayores emociones y redondearla como personaje. Además de que se deja abierta la puerta para una posible secuela.

Las actuaciones cumplen para lo que exige la película y en especial Georgia Hirst como nuestra protagonista logra generar bastante empatía. La producción es discreta: el trabajo de fotografía es decente, la dirección de arte cumple con lo básico, el score por diseño es algo fastidioso, el trabajo de sonido es bueno, los efectos prácticos están bien hechos y la labor de maquillaje cumple con el objetivo principal. 

Opinión final: Ravers está ok. Película para pasar el rato viendo “zombies que no son zombies”.

Ojometro:
***

martes, 17 de marzo de 2020

Crítica: Get Gone (2020)


Película escrita y dirigida por Michael Thomas Daniel, la cual significa su primer largometraje. Se estrenó en VOD dentro de los Estados Unidos a finales de enero, mientras que su salida en formato físico se dio el 11 de febrero.

Sinopsis:

Los Hoax Busters se dedican a desmentir los videos falsos que hay en internet y como parte de un plan para unirse más como equipo deciden hacer un viaje recreacional a los bosques en Oregon. Para su mala suerte en ese lugar se encuentran en disputa una compañía perforadora y una peligrosa familia que ha vivido ilegalmente ahí durante treinta años, cuyas intenciones no son precisamente el irse de manera voluntaria.  



Comentarios generales:

En los casi ocho años que tiene el blog no hay ninguna actriz u actor de la que haya escrito más sobre sus películas que Lin Shaye, lo cual es algo sorprendente si consideramos que tiene 76 años de edad y su establecimiento dentro del género como alguien relevante se dio apenas en 2011. Se ha ganado su estatus actual a pulso; sin embargo, con ello también vienen proyectos en los que su presencia simplemente significa un buen recurso publicitario para que estos reciban mayor atención a las que normalmente tendrían y sin duda Get Gone es uno de esos.

Ya que lo traído por Michael Thomas Daniel difícilmente podría haber visto la luz sin la presencia de la veterana actriz debido a que se trata de un slasher en el que ni siquiera existe una idea lo suficientemente sólida con la que se pueda sustentar gran parte de la historia, dejando todo en simples apuestas para ver que puede funcionar de manera más o menos coherente.

Algo que resulta muy notorio desde un primer acto que sigue la dinámica que todos conocemos con un grupo de individuos que parece serán el centro de atención, pero que de golpe pierden su importancia ante el conflicto efímero por el territorio y la revelación de que, en efecto, la familia no solo es peligrosa, sino que además algunos de sus miembros tienen una condición particular. Aspecto que debería de generar cierto interés, aunque en realidad lo único que genera son risas debido a que el trabajo de maquillaje no ayuda en lo absoluto por su pobreza y a partir de aquí es cuando las cosas empiezan a decaer.

Todo ocurre de manera acelerada, sin tiempo para construir situaciones interesantes y mucho menos muertes llamativas, las cuales en una decisión imperdonable para una película de este tipo casi siempre son fuera de cámara. Además poco a poco se empiezan a introducir cuestiones sobrenaturales que no tienen sentido y evidentemente no existe la intensión de explicarlas de manera profunda debido a que, cuando son reveladas, prácticamente se está entrando a la parte final.

Una que tampoco cuenta con muchas cosas para destacar, ya que el conflicto definitivo carece de intensidad y está plagado de comportamientos absurdos que en ningún punto logran hacer que te preocupes por las victimas. Y por si eso no fuera suficiente, el cierre no lleva a nada por tratar de homenajear a “The Texas Chainsaw Massacre”.

Las actuaciones tocan un plano caricaturesco, realmente solo es la propia Lin Shaye quien más resalta y aún así resulta muy exagerada (incluso repetitiva con respecto a lo que le hemos visto últimamente). La producción es de bajo presupuesto y se nota: el trabajo de fotografía es decente, la dirección de arte no tiene nada que destacar, el score es pobre, el trabajo de sonido deja mucho que desear, los efectos son eficientes y la labor de maquillaje resulta hasta cómica.

Opinión final: Get Gone es mediocre. Un slasher desangelado que definitivamente podría haber dado para algo más entretenido.

Ojometro:
**

viernes, 13 de marzo de 2020

Crítica: Boneyard (2020)


Película dirigida por Brent Nurse y Steven Spencer, siendo este último también el encargado de escribir el guión. Se estrenó en VOD a finales de enero dentro de los Estados Unidos, pero todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Jane y su esposo David se refugian en una recluida casa de campo para alejarse de un escándalo que amenaza con arruinarlos. Estando ahí, ella sigue sin estar segura si su esposo es culpable o inocente y las cosas empeoran cuando encuentra un antiguo cementerio que le provocará extrañas visiones que no logra comprender.



Comentarios generales:

Cuando existe demasiado hermetismo alrededor de una película al punto de que lo único que sabes es su fecha de salida por lo regular tus dudas se disparan debido a que eso suele ser señal de que ni siquiera la gente detrás del proyecto confía plenamente en este. Simplemente no es algo normal, así que Boneyard la vi con las expectativas más bajas posibles porque existían demasiadas señales de que la experiencia sería dolorosa y, para mi mala suerte, así fue.

Y es que lo que nos trae esta dupla de directores es algo que apenas puede catalogarse como mirable debido a que estamos ante una historia que en ningún punto tiene sentido y aún así quieren vendértela como si se tratara de algo sumamente elaborado. Escondiéndose detrás de fenómenos paranormales que en un inicio ayudan a generar cierto suspenso pero que rápidamente se pierden ante la repetitividad y el nulo progreso de una problemática que tiene poco peso en el desarrollo.

Por si esto no fuera suficiente, la propia producción de la película no es de mucha ayuda como para generar una atmósfera adecuada. Ya que muchas de las acciones se realizan de noche, pero ante las limitantes del presupuesto varias escenas nocturnas se nota que fueron filmadas de día y por medio de un filtro pretendían ocultarlo; sin embargo, los resultados de todo esto son lamentables y por ello resulta imposible poder tomar en serio lo que ocurre en pantalla. 

Es hasta la parte final cuando se puede notar un poco más de estabilidad e idea con respecto a lo que se quería lograr, al menos desde el lado de la violencia porque aquí es donde hay más sangre y, por ende, cierto grado de intensidad. Aunque ante la poca capacidad para explicar toda la cuestión paranormal y el alargue innecesario del conflicto la conclusión presentada resulta muy débil.

Las actuaciones no son del nivel amateur como suele ser común en esta clase de proyectos, pero son bastante pobres. La producción tampoco tiene muchas cosas para presumir: el trabajo de fotografía es muy mediocre, la dirección de arte básica, el score es extremadamente repetitivo, el trabajo de sonido no es el mejor, los efectos son arcaicos y la labor de maquillaje está ok.

Opinión final: Boneyard es muy mala. Película independiente sin pies ni cabeza que es mejor evitar.

Ojometro:
*

martes, 10 de marzo de 2020

Crítica: Come to Daddy (2020)


Primer largometraje del director Ant Timpson, el cual cuenta con un guión escrito por Toby Harvard. Se estrenó de manera limitada en cines y VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 7 de febrero, mientras que su salida en formato físico está programada para el próximo 24 de marzo.

Sinopsis:

Norval Greenwood (Elijah Wood) es un hombre en sus treinta que viaja a una cabaña remota para reencontrarse con su padre distanciado, aunque la reunión no será como lo pensaba.



Comentarios generales:

Elijah Wood se ha convertido en uno de los actores que mayor interés me genera en años recientes debido a que es por demás fascinante ver como alguien que fue el rostro de una de las franquicias de cine más mainstream de los 2000s de pronto se convirtió en un actor que se la pasa aceptando los proyectos más extravagantes que se le cruzan. Es algo genial y para el propio género ha sido benéfico, así que por eso Come to Daddy era una de las películas que más me atraían de 2020 y no me ha decepcionado.

Ya que Timpson presenta una historia que sabe explotar sus rarezas de buena manera sin caer en los extremos, en lo caricaturesco; especialmente durante un primer acto que se sustenta en la interacción de dos personajes completamente opuestos con personalidades llamativas que daban pie a eso.

Los cuales de inmediato establecen una gran química como padre e hijo que llevan mucho tiempo sin verse, logrando momentos incómodos y siempre dejando en claro que hay un riesgo latente para Norval con el que se va acumulando tensión de manera sostenida hasta que llega un acontecimiento fundamental con el que no solo explota la burbuja, sino que además le da la vuelta por completo a la dinámica que uno como espectador esperaba.

Trayendo consigo uno de los cambios de género que se manejan para dar paso a algo que camina entre la comedia negra y el suspenso. Con nuestro protagonista bajo un rol mucho más patético e inseguro con el que siempre complica cada situación en la que se ve involucrado y que poco a poco va abriendo el camino para que la película vuelva a mutar, ahora enfocándose más en el drama y con ello brindarle un poco más de contexto a ciertas cuestiones que no habían quedado del todo claras. Aunque originando con esto algunos minutos en donde las cosas se vuelven un tanto aburridas ante el lento desarrollo que tienen.

Para la parte final lo que vemos es algo muy distinto a lo que se planteaba en el primer acto, pero no por ello resulta menos rara. Aquí las malas decisiones del Norval vuelven a ser factor en un espacio no tan contenido (donde toda la gente es detestable) y eso desencadena los que son sin lugar a dudas los sucesos más violentos de filme para llegar a una conclusión que se podría considerar como la más “feliz” para lo que acabamos de ver.

En las actuaciones realmente todos están bien, Wood hace muy buena labor como el chico patético que complica siempre las cosas; aunque participaciones secundarias como las de Stephen McHattie (Gordon) y Michael Smiley (Jethro) son las que le dan ese aire de extravagancia al visionado. La producción es de buena factura: el trabajo de fotografía es bastante bueno, la dirección de arte es sólida, el score cumple, el trabajo de sonido es limpio y lo referente a efectos/maquillaje está bien hecho.

Opinión final: Come to Daddy me gustó. Buena película que combina varios géneros para contar algo que podría haber sido un potencial desastre.

Ojometro:
****

viernes, 6 de marzo de 2020

Crítica: Dead Earth (2020)


Co-producción estadounidense/tailandesa dirigida por Wych Kaosayananda, quien además comparte créditos como co-escritor del guión junto a Steve Poirier. Se estrenó en VOD y DVD dentro de los Estados Unidos el pasado 28 de enero.

Sinopsis:

Dos mujeres jóvenes tratan de tener una vida normal en aislamiento después de que el mundo ha sido destruido por un apocalipsis zombie. Aunque su tranquila vida pronto se verá interrumpida…



Comentarios generales:

Durante la última década hemos visto cualquier cantidad de películas que retratan el apocalipsis zombie por medio de un mundo desolado, un concepto que no es el favorito de muchas personas pero en mi caso es uno que nunca me aburre por más desgastado que se encuentre. Aunque esto no quiere decir que no comprenda los motivos por los cuales genera tanta división, ya que también es claro que en muchas ocasiones se trata solo de una excusa perfecta para aplicar la ley del mínimo esfuerzo y debo de decir que Dead Earth es un claro ejemplo de esto.

Ya que lo presentado por Kaosayananda lleva al extremo eso de condensar una historia para explotar el tema del apocalipsis debido a que casi no hay nada para escribir al respecto. Solo tenemos a dos chicas que viven en un hotel donde nadan, hacen yoga, comen, realizan manualidades y tienen sexo.

Eso es todo, buscarle más sustancia a esto resulta imposible porque no hay demasiado interés en desarrollar algo con dichos personajes, su relación se encuentra en un plano muy secundario y lo poco que se llega a saber de ellas se da por medio un flashback que pasa de noche. Además, para empeorar las cosas, los zombies brillan por su ausencia durante 50 minutos (la película dura 80).

Afortunadamente una vez que hace acto de presencia el primer zombie las cosas mejoran, no como para salvar la película, pero si para que la última media hora sea al menos disfrutable. Es acción sin pausas, donde se aprovecha de buena manera la locación para realizar persecuciones dinámicas y mostrar la muerte de muchos zombies para añadir intensidad a algo que termina de la manera más irrelevante posible.

De las actuaciones no hay mucho que decir, ambas actrices hacen lo que está a su alcance para sacar adelante unos personajes demasiado planos y que generan poco interés. En cuanto a producción las cosas no están tan mal: el trabajo de fotografía es sólido, la dirección de arte cumple, el score es genérico, el trabajo de sonido no es el mejor y la labor de maquillaje es decente.

Opinión final: Dead Earth es bastante mediocre. Solo valen la pena los últimos treinta minutos. 

Ojometro:
**

martes, 3 de marzo de 2020

Crítica: The Invisible Man (2020)


Reboot del clásico de 1933 escrito y dirigido por Leigh Whannell (Insidious: Chapter 3). Se estrenó en cines dentro de los Estados Unidos y México el pasado 28 de febrero, recaudando hasta la fecha $49.2 millones de dólares en taquilla a nivel mundial.

Sinopsis:

Cuando Cecilia (Elisabeth Moss) logra escapar de su abusivo novio, este comete suicidio y le hereda su fortuna. Sin embargo, ella sospecha que su muerte solo fue un engaño y pronto una serie de extraños eventos la convencerán de que de algún modo se ha vuelto invisible para poder atormentarla.



Comentarios generales:

Parecía que después de tres intentos fallidos por tratar de relanzar el universo de sus monstruos clásicos (The Wolfman, Dracula Untold y The Mummy) la suerte de Universal se había terminado y el futuro de estos volvería a quedar en el limbo hasta a nuevo aviso ante la cantidad de complicaciones que representaban dichos proyectos. Sin embargo, en esta industria las cosas cambian muy rápido y afortunadamente el estudio optó por una nueva estrategia para rescatar sus populares franquicias, centrándose en proyectos mucho más personales y no tanto en un universo expandido. Una decisión que después de ver The Invisible Man queda claro que fue la correcta.

Esto porque el enfoque que adopta Whannell es perfecto para la época actual, centrando la atención en la victima y no tanto en el monstruo para así tener una historia que en todo momento toque el tema del abuso físico/mental que sufre nuestra protagonista. El cual se hace evidente desde una secuencia inicial brillante con la que se establece el tono y el grado de tensión que tendrán las acciones por medio de una problemática en la que el villano no aparece en pantalla, pero en todo momento se logra vender perfectamente bien la idea de que se trata de un psicópata dispuesto a hacer lo que sea por recuperarla gracias al pavor que ella misma manifiesta en cada movimiento que realiza.

Y es en base a esa premisa tan básica que se logra construir algo especial porque por medio del personaje de Cecilia y un trabajo de fotografía muy creativo se genera una sensación de peligro constante elevadísima al convertir los espacios vacíos en zonas de riesgo dado a que siempre existe la posibilidad de que la estén vigilando.

Siendo esto el punto fundamental para que todo funcione, no solo por lo aterrador que resulta la idea de ser perseguido por alguien que no puedes ver, sino porque además hace que el deterioro de Cecilia sea mucho más interesante durante la segunda mitad del filme debido a que la pone bajo un escenario donde tiene absolutamente todas las de perder. Incrementando poco a poco la intensidad con situaciones puntuales que añaden violencia e incluso algo de sangre para preparar el camino hacía una parte final que cambia el ritmo semi-lento predominante por uno ligeramente más veloz.

Ya que es en esta parte donde las cosas empiezan a obtener una dosis mayor de acción para darle, ahora sí, “exposición” al hombre invisible y poder presumir un poco el despliegue de efectos. Algo que sin duda añade potencia en el momento adecuado y lleva a un cierre satisfactorio para el personaje principal.

En el tema de las actuaciones todos están bien, pero este es el show de Elisabeth Moss. Ella es quien carga con el peso de la película y de principio a fin lo que hace es tremendo por medio de un personaje que todo el tiempo vive bajo una paranoia que poco a poco la va consumiendo, pero que nunca la logra quebrar por completo y gracias a eso se puede dar el lujo de ofrecer momentazos tanto en su etapa vulnerable como en su etapa de mujer plenamente convencida de que no está loca.

La producción también es de primer nivel: el trabajo de fotografía es muy bueno e imaginativo, la dirección de arte impecable, el score es fantástico, el trabajo de sonido sólido, la labor de maquillaje es discreta y los efectos no son los más complejos, pero están muy bien hechos.

Opinión final: The Invisible Man es una gran película. Una revisión de alto nivel para un clásico que sin duda se meterá de lleno a la conversación de lo mejor del año.

Ojometro:
*****