viernes, 25 de octubre de 2019

Crítica: Eli (2019)


Película dirigida por Ciarán Foy (Citadel, Sinister 2), cuyo guión fue co-escrito por David Chirchirillom, Ian Goldberg y Richard Naing. Se estrenó en Netflix a nivel mundial pasado 18 de octubre.

Sinopsis:

Un niño que se encuentra recibiendo un tratamiento para su enfermedad autoinmune descubre que la casa en donde se está quedando no es tan segura como le hicieron pensar.



Comentarios generales:

Seguimos con la oferta de Halloween por parte de Netflix y ahora toca el turno de una película que en el papel lucía como su propuesta más importante, pero que contaba con cierta turbulencia detrás que dejaba varias dudas. Ya que antes de ser exclusiva del servicio de streaming, Eli estaba planeada para salir en cines gracias a Paramount; sin embargo, por razones poco convincentes decidieron ceder los derechos y eso nunca es precisamente una buena señal porque significa que el producto en general tiene distintos problemas.

Problemas que en este trabajo de Ciarán Foy no son tan catastróficos como me lo temía, aunque si son notorios y eso convierte el visionado en un reto desde temprano. Esto porque estamos ante una historia que se desgasta rápido al no dedicarle mucho tiempo a la condición de Eli o en explicar qué fue lo que la originó, dando pie a que el director simplemente empiece a soltar susto tras susto una vez que se llega a la casa esperando que eso sea suficiente como para generar interés y con ello producir una dinámica que te haga olvidar la falta de contexto.

Algo que logra por un periodo de tiempo limitado gracias a que algunos sustos están bien hechos y en general la atmósfera construida ayuda a que tengan peso, pero rápidamente se vuelven un tanto fastidiosos ante los constantes gritos de nuestro protagonista. Ocasionando con esto que el ritmo vaya decreciendo hasta llegar a un segundo acto en el que se podría decir que pasa mucho y a la misma vez no pasa nada, ya que a partir de este punto la película empieza a dejar todo a medias en un intento por querer generar confusión con respecto a lo que ocurre.

Tocando apenas con pinzas la evidente tensa relación de los padres, dejando en un plano secundario el tema del tratamiento y haciendo que todo lo que involucra a los fantasmas poco a poco se vuelva repetitivo dado a que no existe ningún tipo de avance palpable. Aunque, por otra parte, si se logra establecer de manera más o menos decente que existe algo más siniestro detrás de lo que ocurre en esa casa.

Dejando así todo preparado para una parte final que significa un cambio radical y por lo consiguiente agrega un factor sorpresa importante. La cual sin ninguna duda será lo que genere más polémica debido a que, siendo sinceros, si se siente como una enorme improvisación de último minuto que cuesta trabajo tomar en serio, pero por lo menos hace que el desenlace tenga más fuerza y brinde cierta frescura a algo que estaba totalmente estancado.

Las actuaciones son regulares. La verdad es que Charlie Shotwell (Eli) durante gran parte de la película resulta desesperante con tantos gritos, mientras que actrices con mucho talento como Kelly Reilly (Rose) y Lilli Taylor (Dr. Isabella Horn) se encuentran bastante desaprovechadas ante la falta de claridad.

Es en la producción donde tiene sus cartas más fuertes: el trabajo de fotografía es muy bueno, la dirección de arte está bien cuidada, el score es estupendo, el trabajo de sonido impecable, los efectos son sólidos y la labor de maquillaje cumple.

Opinión final: Eli me pareció aburrida. Si gusta o no realmente va a depender mucho de que tan fans sean de la parte final.

Ojometro:
**