viernes, 31 de marzo de 2017

Crítica: Tenemos la carne (2017)


Película escrita y dirigida por el mexicano Emiliano Rocha Minter, la cual significa su primer largometraje. Salió directamente en DVD dentro de los Estados Unidos a finales del mes de febrero, mientras que aquí en México se estrenó de manera muy limitada en cines el pasado 24 de marzo.

Sinopsis:

Después de deambular por una ciudad en ruinas buscando comida y refugio, un par de hermanos logran adentrarse a uno de los últimos edificios que quedan en pie. Ahí encontrarán a un extraño individuo, quien les hará una peligrosa oferta para que sobrevivan al mundo exterior.



Comentarios generales:

Desde que salió el primer trailer se podía intuir que Tenemos la carne estaba destinada a la polémica, mucho más cuando se supo que en algunos festivales los asistentes se estaban retirando a la mitad de su exhibición. Incluso debo de decir que el simple hecho de que obtuviera distribución en México sin generar gran revuelo me sorprendió mucho, ya que se trata de una de las películas más desafiantes para el público general que he visto en años recientes; aunque no precisamente con los resultados más efectivos.

Y es que Minter no se guarda absolutamente nada en la que es su ópera prima, una que inicia de la manera más desconcertante posible al establecer un escenario apocalíptico sin presentar nada del mundo exterior para centrarse en las incomprensibles acciones de un peculiar hombre que, al menos de entrada, parecen simples métodos de intercambio. Hasta ahí todo va más o menos normal, pero una vez que se introduce a los hermanos las cosas empiezan a obtener un tono muchísimo más oscuro y los elementos controvertidos salen a la luz; generando así una pequeña sensación de incomodidad por lo que el personaje que funge como “villano” pretende hacer para satisfacer algo que se percibe como un simple deseo suyo.

Esto provoca que durante unos 25/30 minutos el interés este presente; sin embargo, una vez que el director suelta la riendas por completo y el elemento sexual toma el mando, la película se cae por completo para nunca recuperarse. Ya que a partir de aquí realmente todo se trata de provocar una sensación de shock constante por medio de contenido explicito y grotesco, donde pocas cosas tienen sentido durante lo que se convierte en un viaje de líquidos, masturbaciones, una chica que se revuelca con todo lo que este a su alrededor y demás perversiones que se encuentran complementadas con una peculiar selección musical, así como (en la mayoría de los casos) de una estilizada presentación visual; cuya meta es ser provocativas al máximo nivel posible, pero que al final se vuelven en extremo aburridas de ver.

La parte final cuenta con lo que técnicamente se podría decir que es su lapso más violento y debo de admitir que la escena que se centra en el gore es por demás llamativa gracias a diversos elementos que la integran. Aunque quitando eso todo sigue igual al presentar más impacto visual que sustancia; incluso el intento por sorprenderte en su conclusión resulta inefectivo.

En las actuaciones quien se lleva los reflectores es Noé Hernández con su personaje de Mariano, quien es ciertamente carismático y de no ser por él las cosas hubieran sido mucho menos digeribles. La producción está ok: el trabajo de fotografía es sólido, la dirección de arte resulta adecuada, la música está bien seleccionada y los efectos son mínimos, aunque hay uno al final que si se ve muy lamentable.

Opinión final: Tenemos la carne es shock sin propósito alguno. Difícilmente la recomendaría, pero es esa clase de cine experimental con el cual cada quien tendrá una experiencia distinta.

Ojometro:
**