domingo, 12 de julio de 2015

Crítica: Dude Bro Party Massacre III (2015)


Película dirigida por Tomm Jacobsen, Michael Rousselet y Jon Salmon, quienes además de actuar en esta también comparten créditos con otras seis personas como los creadores del guión. Se estrenó el pasado 7 de julio de manera digital en su sitio web e iTunes dentro de los Estados Unidos, aunque no se sabe si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Después de dos terribles masacres ocurridas en las fraternidades de la universidad de Chico, el solitario Brent Chirino (Alec Owen) tendrá que infiltrarse en una popular fraternidad para investigar el asesinato de su hermano gemelo a manos de un asesino serial conocido como “Motherface”.



Comentarios generales:

Tratar de recrear la esencia de los 80s es algo que se ha puesto de moda últimamente, sobre todo cuando se trata de los slashers. Sin duda es una fórmula que puede dar buenos resultados debido a que el público más joven está deseoso por poder experimentar un poco de aquella época y los más veteranos quieren revivir esos años con los que crecieron; sin embargo, no todo el mundo tiene la capacidad para utilizarla con éxito a pesar de su aparente sencillez y Dude Bro Party Massacre III es una muestra de eso.

Aquí los tres directores desde un inicio dan señales de tener cierta capacidad para poder recrear dicho periodo de manera eficaz, proporcionando un curioso background sobre el descubrimiento de la cinta y después estableciendo rápidamente lo ocurrido en las “primeras dos entregas” para darle rumbo a las cosas. Hasta ahí todo bien, pero lamentablemente no tardan demasiado tiempo en mostrar que en su afán por querer parodiar esta época son capaces de caer en excesos creativos difíciles de digerir, convirtiendo poco a poco la historia en una demasiado estúpida por medio de un humor que hoy en día ya no funciona y que se siente repetitivo en cuestión de minutos; provocando así que lo que en un inicio era un proyecto pintoresco ahora sea todo un desafío de completar.

Y es que su principal error es tardarse demasiado tiempo en entrar de manera contundente al territorio de los asesinatos (al fin de cuentas es un slasher), realmente durante un lapso prolongado no ocurre demasiado más allá de chistes sin mucha gracia y referencias homoeróticas, lo cual hace que se sienta algo pesada a pesar de que el ritmo en general es ágil. Es hasta casi la mitad del segundo acto cuando esto toma forma, donde verdaderamente se vuelve entretenida al presentar un contenido visual muy llamativo no solo por lo gráficas que resultan  las muertes, sino porque los efectos increíblemente simples que se utilizan le dan precisamente ese encanto ochentero que pretendían desde un inicio… aunque sea solo por unos minutos.

El final es muy absurdo, realmente aquí es cuando las cosas entran en un nivel de idiotez mucho mayor (un costal de naranjas ejemplifica perfectamente esto). Además de que para este punto uno ya se siente fastidiado por estar viendo los mismos chistes durante más de una hora, evidenciando así que la película es mucho más larga de lo que debería.

Mención aparte merecen los pequeños comerciales integrados para darle credibilidad al concepto de que la película es una grabada de la TV. La mayoría son muy cortos, probablemente entre todos no se hagan ni cinco minutos, pero están entretenidos y en muchos casos el humor que manejan es más efectivo.

Las actuaciones son malas, lo cual es el propósito pero por varios lapsos se vuelve molesto el escuchar tantos gritos. El tema de la producción es un aspecto interesante porque evidentemente la idea era que se viera así, tipo cine serie B: la calidad de imagen estilo VHS si ayuda a darle la atmósfera característica de la época, está ambientada de manera decente, el trabajo de sonido es sólido (de hecho, mejor de lo que debería ser) y los efectos son prácticos en su mayoría; muy básicos, pero sirven para el contenido gráfico presentado.

Opinión final: Dude Bro Party Massacre III es una idea divertida mal ejecutada. Película para ver con las expectativas más bajas posibles o con el cerebro en blanco.

Ojometro:
**