viernes, 22 de marzo de 2019

Crítica: Painkillers (2019)


Producción belga dirigida por Roxy Shih y escrita por Giles Daoust. Se estrenó de manera limitada en cines y VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 31 de enero, aunque todavía no hay información sobre cuándo saldrá en formato físico o si llegará a otros mercados.

Sinopsis:

Lleno de culpa tras la muerte de su pequeño hijo en un accidente automovilístico, el brillante cirujano John Clark (Adam Huss) descubre que la única manera de aliviar el dolor permanente con el que vive es probando el sabor de la sangre humana.



Comentarios generales:

Ya he comentado en ocasiones anteriores que no es extraño que producciones que sufren para encontrar distribución de pronto opten por promocionarse como películas de terror y así generar el suficiente interés para obtenerla. No es lo ideal, pero es algo que pasa y seguirá pasando; sin embargo, ya tenía bastante tiempo que no veía una tomada de pelo tan descarada como la de Painkillers.

Un filme cuya promoción se centró esencialmente en la presencia de Mischa Barton y una temática aparentemente de vampiros, dos cosas muy simples que por increíble que parezca no son lo prometido. Primero porque Barton aparece en pantalla solo por 70 segundos y, segundo, porque la historia que nos trae Shih es algo que de mera casualidad integra el elemento de la sangre para tratar de añadir cierta originalidad a un drama que desde el primer instante resulta pesado y que realmente hace muy poco por brindar el suficiente contenido para hacer interesante el descenso a la oscuridad por parte de su protagonista.

Un descenso que es en exceso aburrido de ver una vez que se establece de manera muy blanda durante el segundo acto, ya que nunca existen momentos que logren hacer creíble que John pueda ser una amenaza. Básicamente todo consiste en verlo temblar, beber algo de su sangre y mentirle a su esposa; estableciendo así un patrón que no cambia demasiado (incluso con la integración de un antagonista) y que vuelve complicado construir situaciones que logren incrementar tanto los niveles de tensión como la sensación de peligro que supuestamente deberían de existir considerando la situación desesperada en la que se encuentra.

La parte final es la única que se siente con un nivel de intensidad más elevado, sin ser nada espectacular. Realmente todo lleva a una conclusión predecible que no toma ninguna clase de riesgos al momento de la resolución del conflicto o en el apartado visual, optando mejor por el camino fácil para un cierre muy blando y carente de emociones.

En cuanto a las actuaciones no presenta muchas cosas interesantes, Adam Huss por momentos luce hasta cómico con su temblorina permanente y eso evita a que uno pueda tomar en serio su problema, mientras que Madeline Zima (Chloe) solo está de adorno. La producción no tiene nada malo: el trabajo de fotografía es correcto, la dirección de arte básica, el score no aporta gran cosa, el trabajo de sonido cumple, los efectos son mínimos y la labor de maquillaje muy discreta considerando el tema que cubre.

Opinión final: Painkillers no vale la pena. Película aburridísima que solo les hará perder su tiempo mientras esperan ver algo que no es.

Ojometro:
**