viernes, 20 de marzo de 2020

Crítica: Ravers (2020)


Producción inglesa dirigida por Bernhard Pucher y escrita por Luke Foster. Se estrenó en VOD y formato digital dentro del Reino Unido el pasado 16 de marzo, aunque todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Cuando una bebida energética altamente contaminada convierte un rave ilegal en una autentica pesadilla, una periodista con germofobía tendrá que superar todos sus temores para poder sacar a sus amigos con vida de tan antihigiénico lugar. 



Comentarios generales:

Creo que la primera vez que escuché sobre Ravers fue por ahí de 2015 o 2016, se trataba de un proyecto pequeño aparentemente de zombies pero nunca se revelaron más detalles y se perdió con el paso de los años. Parecía que había muerto, así que por eso me sorprendió de manera grata el saber que finalmente se estrenaría este mismo año y después de investigar un poco más sobre todo lo que tuvo que pasar para poder completarse me alegra que el resultado final fuera por lo menos entretenido.

Esto porque lo ofrecido por Pucher es un trabajo sin grandes pretensiones que intenta salirse un poco de lo habitual al presentarnos una historia que en esencia es de zombies sin que estos sean precisamente zombies en toda la regla. Utilizando un elemento básico como lo es un producto contaminado y complementándolo con la estupidez juvenil para ir desenrollando un problema que al inicio no es tan grave e incluso queda en un plano secundario para dar el tiempo suficiente a la introducción de nuestra protagonista germofóbica (Becky), pero que ante una serie de malas decisiones se va volviendo más y más grande hasta el punto de generar un gran caos que no necesita de mucho espacio para desarrollarse.

Sin duda un inicio que no resulta el más atractivo, sin embargo, una vez que empieza la contaminación de los humanos las cosas se vuelven bastante disfrutables. En especial porque se utiliza de manera creativa ciertos elementos del propio rave para representar aspectos del cine de zombies que todos conocemos o los hemos visto en otras películas, tales como cambiar la insaciable búsqueda de carne o cerebros por drogas, sexo u alcohol, así como utilizar la tan peculiar música como elemento para calmar a los enojados asistentes (en lugar de, por ejemplo, fuegos artificiales).

Todo bajo un ritmo ágil entre peleas y persecuciones que van desde ridículas hasta entretenidas, mostrando violencia constante para establecer el peligro que representan los “no zombies” e incluso algo de ligero humor. Aunque también en un punto las acciones se vuelven un tanto repetitivas rumbo a la parte final.

La cual tiene sin duda los momentos de mayor impacto visual de todo el filme y añade un poco más de sustancia al poner a Becky a enfrentar sus propios miedos de manera frecuente para lograr un desenlace con mayores emociones y redondearla como personaje. Además de que se deja abierta la puerta para una posible secuela.

Las actuaciones cumplen para lo que exige la película y en especial Georgia Hirst como nuestra protagonista logra generar bastante empatía. La producción es discreta: el trabajo de fotografía es decente, la dirección de arte cumple con lo básico, el score por diseño es algo fastidioso, el trabajo de sonido es bueno, los efectos prácticos están bien hechos y la labor de maquillaje cumple con el objetivo principal. 

Opinión final: Ravers está ok. Película para pasar el rato viendo “zombies que no son zombies”.

Ojometro:
***

martes, 17 de marzo de 2020

Crítica: Get Gone (2020)


Película escrita y dirigida por Michael Thomas Daniel, la cual significa su primer largometraje. Se estrenó en VOD dentro de los Estados Unidos a finales de enero, mientras que su salida en formato físico se dio el 11 de febrero.

Sinopsis:

Los Hoax Busters se dedican a desmentir los videos falsos que hay en internet y como parte de un plan para unirse más como equipo deciden hacer un viaje recreacional a los bosques en Oregon. Para su mala suerte en ese lugar se encuentran en disputa una compañía perforadora y una peligrosa familia que ha vivido ilegalmente ahí durante treinta años, cuyas intenciones no son precisamente el irse de manera voluntaria.  



Comentarios generales:

En los casi ocho años que tiene el blog no hay ninguna actriz u actor de la que haya escrito más sobre sus películas que Lin Shaye, lo cual es algo sorprendente si consideramos que tiene 76 años de edad y su establecimiento dentro del género como alguien relevante se dio apenas en 2011. Se ha ganado su estatus actual a pulso; sin embargo, con ello también vienen proyectos en los que su presencia simplemente significa un buen recurso publicitario para que estos reciban mayor atención a las que normalmente tendrían y sin duda Get Gone es uno de esos.

Ya que lo traído por Michael Thomas Daniel difícilmente podría haber visto la luz sin la presencia de la veterana actriz debido a que se trata de un slasher en el que ni siquiera existe una idea lo suficientemente sólida con la que se pueda sustentar gran parte de la historia, dejando todo en simples apuestas para ver que puede funcionar de manera más o menos coherente.

Algo que resulta muy notorio desde un primer acto que sigue la dinámica que todos conocemos con un grupo de individuos que parece serán el centro de atención, pero que de golpe pierden su importancia ante el conflicto efímero por el territorio y la revelación de que, en efecto, la familia no solo es peligrosa, sino que además algunos de sus miembros tienen una condición particular. Aspecto que debería de generar cierto interés, aunque en realidad lo único que genera son risas debido a que el trabajo de maquillaje no ayuda en lo absoluto por su pobreza y a partir de aquí es cuando las cosas empiezan a decaer.

Todo ocurre de manera acelerada, sin tiempo para construir situaciones interesantes y mucho menos muertes llamativas, las cuales en una decisión imperdonable para una película de este tipo casi siempre son fuera de cámara. Además poco a poco se empiezan a introducir cuestiones sobrenaturales que no tienen sentido y evidentemente no existe la intensión de explicarlas de manera profunda debido a que, cuando son reveladas, prácticamente se está entrando a la parte final.

Una que tampoco cuenta con muchas cosas para destacar, ya que el conflicto definitivo carece de intensidad y está plagado de comportamientos absurdos que en ningún punto logran hacer que te preocupes por las victimas. Y por si eso no fuera suficiente, el cierre no lleva a nada por tratar de homenajear a “The Texas Chainsaw Massacre”.

Las actuaciones tocan un plano caricaturesco, realmente solo es la propia Lin Shaye quien más resalta y aún así resulta muy exagerada (incluso repetitiva con respecto a lo que le hemos visto últimamente). La producción es de bajo presupuesto y se nota: el trabajo de fotografía es decente, la dirección de arte no tiene nada que destacar, el score es pobre, el trabajo de sonido deja mucho que desear, los efectos son eficientes y la labor de maquillaje resulta hasta cómica.

Opinión final: Get Gone es mediocre. Un slasher desangelado que definitivamente podría haber dado para algo más entretenido.

Ojometro:
**

viernes, 13 de marzo de 2020

Crítica: Boneyard (2020)


Película dirigida por Brent Nurse y Steven Spencer, siendo este último también el encargado de escribir el guión. Se estrenó en VOD a finales de enero dentro de los Estados Unidos, pero todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Jane y su esposo David se refugian en una recluida casa de campo para alejarse de un escándalo que amenaza con arruinarlos. Estando ahí, ella sigue sin estar segura si su esposo es culpable o inocente y las cosas empeoran cuando encuentra un antiguo cementerio que le provocará extrañas visiones que no logra comprender.



Comentarios generales:

Cuando existe demasiado hermetismo alrededor de una película al punto de que lo único que sabes es su fecha de salida por lo regular tus dudas se disparan debido a que eso suele ser señal de que ni siquiera la gente detrás del proyecto confía plenamente en este. Simplemente no es algo normal, así que Boneyard la vi con las expectativas más bajas posibles porque existían demasiadas señales de que la experiencia sería dolorosa y, para mi mala suerte, así fue.

Y es que lo que nos trae esta dupla de directores es algo que apenas puede catalogarse como mirable debido a que estamos ante una historia que en ningún punto tiene sentido y aún así quieren vendértela como si se tratara de algo sumamente elaborado. Escondiéndose detrás de fenómenos paranormales que en un inicio ayudan a generar cierto suspenso pero que rápidamente se pierden ante la repetitividad y el nulo progreso de una problemática que tiene poco peso en el desarrollo.

Por si esto no fuera suficiente, la propia producción de la película no es de mucha ayuda como para generar una atmósfera adecuada. Ya que muchas de las acciones se realizan de noche, pero ante las limitantes del presupuesto varias escenas nocturnas se nota que fueron filmadas de día y por medio de un filtro pretendían ocultarlo; sin embargo, los resultados de todo esto son lamentables y por ello resulta imposible poder tomar en serio lo que ocurre en pantalla. 

Es hasta la parte final cuando se puede notar un poco más de estabilidad e idea con respecto a lo que se quería lograr, al menos desde el lado de la violencia porque aquí es donde hay más sangre y, por ende, cierto grado de intensidad. Aunque ante la poca capacidad para explicar toda la cuestión paranormal y el alargue innecesario del conflicto la conclusión presentada resulta muy débil.

Las actuaciones no son del nivel amateur como suele ser común en esta clase de proyectos, pero son bastante pobres. La producción tampoco tiene muchas cosas para presumir: el trabajo de fotografía es muy mediocre, la dirección de arte básica, el score es extremadamente repetitivo, el trabajo de sonido no es el mejor, los efectos son arcaicos y la labor de maquillaje está ok.

Opinión final: Boneyard es muy mala. Película independiente sin pies ni cabeza que es mejor evitar.

Ojometro:
*

martes, 10 de marzo de 2020

Crítica: Come to Daddy (2020)


Primer largometraje del director Ant Timpson, el cual cuenta con un guión escrito por Toby Harvard. Se estrenó de manera limitada en cines y VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 7 de febrero, mientras que su salida en formato físico está programada para el próximo 24 de marzo.

Sinopsis:

Norval Greenwood (Elijah Wood) es un hombre en sus treinta que viaja a una cabaña remota para reencontrarse con su padre distanciado, aunque la reunión no será como lo pensaba.



Comentarios generales:

Elijah Wood se ha convertido en uno de los actores que mayor interés me genera en años recientes debido a que es por demás fascinante ver como alguien que fue el rostro de una de las franquicias de cine más mainstream de los 2000s de pronto se convirtió en un actor que se la pasa aceptando los proyectos más extravagantes que se le cruzan. Es algo genial y para el propio género ha sido benéfico, así que por eso Come to Daddy era una de las películas que más me atraían de 2020 y no me ha decepcionado.

Ya que Timpson presenta una historia que sabe explotar sus rarezas de buena manera sin caer en los extremos, en lo caricaturesco; especialmente durante un primer acto que se sustenta en la interacción de dos personajes completamente opuestos con personalidades llamativas que daban pie a eso.

Los cuales de inmediato establecen una gran química como padre e hijo que llevan mucho tiempo sin verse, logrando momentos incómodos y siempre dejando en claro que hay un riesgo latente para Norval con el que se va acumulando tensión de manera sostenida hasta que llega un acontecimiento fundamental con el que no solo explota la burbuja, sino que además le da la vuelta por completo a la dinámica que uno como espectador esperaba.

Trayendo consigo uno de los cambios de género que se manejan para dar paso a algo que camina entre la comedia negra y el suspenso. Con nuestro protagonista bajo un rol mucho más patético e inseguro con el que siempre complica cada situación en la que se ve involucrado y que poco a poco va abriendo el camino para que la película vuelva a mutar, ahora enfocándose más en el drama y con ello brindarle un poco más de contexto a ciertas cuestiones que no habían quedado del todo claras. Aunque originando con esto algunos minutos en donde las cosas se vuelven un tanto aburridas ante el lento desarrollo que tienen.

Para la parte final lo que vemos es algo muy distinto a lo que se planteaba en el primer acto, pero no por ello resulta menos rara. Aquí las malas decisiones del Norval vuelven a ser factor en un espacio no tan contenido (donde toda la gente es detestable) y eso desencadena los que son sin lugar a dudas los sucesos más violentos de filme para llegar a una conclusión que se podría considerar como la más “feliz” para lo que acabamos de ver.

En las actuaciones realmente todos están bien, Wood hace muy buena labor como el chico patético que complica siempre las cosas; aunque participaciones secundarias como las de Stephen McHattie (Gordon) y Michael Smiley (Jethro) son las que le dan ese aire de extravagancia al visionado. La producción es de buena factura: el trabajo de fotografía es bastante bueno, la dirección de arte es sólida, el score cumple, el trabajo de sonido es limpio y lo referente a efectos/maquillaje está bien hecho.

Opinión final: Come to Daddy me gustó. Buena película que combina varios géneros para contar algo que podría haber sido un potencial desastre.

Ojometro:
****