jueves, 30 de abril de 2015

Crítica: Strange Blood (2015)


Primer largometraje del director Chad Michael Ward, quien además escribió el guión.  Se estrenó apenas el pasado 28 de abril vía VOD dentro de los Estados Unidos y tiene programada su salida en DVD para el próximo mes de junio.

Sinopsis:

Henry (Robert Brettenaugh) es un brillante, pero obsesivo científico, que se va a los extremos en su intento por desarrollar una cura para cualquier enfermedad y pronto se ve infectado por un extraño parásito que lo empieza a transformar en un hombre sediento de sangre. Ahora, con el tiempo encima, él tendrá que encontrar la forma de detener lo que le está ocurriendo y prevenir al resto del mundo de ser “curado”.



Comentarios generales:

Tocar el tema de los vampiros desde otros ángulos se está volviendo algo común después de que cierta franquicia para adolescentes le causara un aparente daño irreversible a dicho subgénero. Prácticamente es necesario hacerlo si lo que quieres es captar la atención de los fans y de momento el enfoque favorito parece ser uno en donde todo lo místico de estos monstruos quede de lado para darle más importancia al proceso de transformación; siendo Strange Blood uno de los mejores exponentes que han salido hasta la fecha.

Y es que es claro que la intensión de Michael Ward nunca fue la de regalarnos una historia de vampiros convencional; de hecho, tal vez ni siquiera tenía la intención de que esto fuera sobre vampiros dado a que la temática central sin duda suele estar más ligada con otra clase películas, pero eso precisamente es lo que la hace tan interesante. Aquí vemos a un protagonista cuyas metas iniciales están lejos de ser peligrosas pero aun así todo el tiempo refleja que algo anda mal con él, centrándose en un experimento que desde el primer instante llama tu atención por lo bizarro que resulta y del cual se va revelando poco a poco lo que guarda, sin darte muchas pistas para mantener la duda con respecto a sus efectos dado a que no sabes si el comportamiento de Henry en su totalidad es consecuencia  de este o si simplemente esa es su personalidad.

Evidentemente como consecuencia el ritmo que se maneja es uno lento para darle mayor potencia a la transformación, la cual toma su tiempo y carece de espectacularidad, pero por otra parte logra generar muchos momentos intensos. Esto bajo una atmósfera muy absorbente, incluso tétrica por varios lapsos que ayuda a maximizar la crudeza con la que esta se dá; aunque igualmente sirve para ocultar el poco contenido que presenta. Ya que especialmente durante todo el segundo acto vemos repetirse muchas cosas, haciendo pesado el visionado al no tener un desarrollo con más sustancia o al menos ciertos sucesos que logren brindar algo de suspenso ante la falta de impacto o acción.   

El final en general me gustó. No solo porque es la parte donde muestran de manera mucho más abierta el “vampirismo”, sino porque además el conflicto entre los dos personajes centrales toma un camino que no me esperaba; jugando de manera decente con lo que está bien y lo que está mal.

La actuación de Brettenaugh es realmente buena, no se guarda nada y refleja en pantalla una frialdad impresionante, la cual hace que su transformación sea mucho más potente.  La producción no es nada espectacular, pero cumple: el trabajo de fotografía es bueno a pesar de que en algunas partes se ve demasiado oscura, la dirección de arte solo se limita a un par de sets bien decorados, los efectos son muy austeros y el trabajo de maquillaje, si bien discreto, logra hacer buenas cosas con la decadencia sistemática de Henry.  

* Contiene una escena post-créditos

Opinión final: Strange Blood no es perfecta, pero es una buena película. Vale la pena darle una oportunidad.

Ojometro:
****