jueves, 14 de junio de 2018

Crítica: Island Zero (2018)


Película dirigida por Josh Gerritsen (quien hace su debut tras la cámara) y escrita por Tess Gerritsen. Se estrenó el pasado 15 de mayo vía VOD dentro de los Estados Unidos, mientras que su salida en formato físico está planeada para el mes de julio.

Sinopsis:

Los habitantes de una isla pesquera cerca de Maine se encuentran incomunicados del mundo exterior después de que misteriosamente el ferry que los conecta deja de pasar. Al inicio parece un simple evento sin importancia, pero con el transcurso de los días el panorama se vuelve cada vez más desalentador y las cosas empeoran cuando restos humanos empiezan a aparecer a en la costa.



Comentarios generales:

Al ver la palabra “Zero” en cualquier titulo uno puede imaginarse más o menos de lo que puede tratar la película, no existe mucha ciencia al respecto y por lo general dichas suposiciones se suelen cumplir. Sin embargo, en el caso de Island Zero todo indicaba que sería algo un poco distinto y eso me llamaba la atención debido a que lucía como un pequeño proyecto con intenciones interesantes, pero terminó siendo una tremenda decepción.

Y es que lo que nos traen los Gerritsen se nota a todas luces que es un trabajo en el que ciertamente había una idea clara sobre lo que querían contar, más no sabían exactamente cómo hacerlo. Obligándonos así a ver una película que tiene un inicio sumamente lento que involucra a un grupo de habitantes que se comporta de manera poco sensata ante una situación que claramente no es normal, provocando así que uno como espectador no pueda tomar en serio nada de lo que ocurre y resulte imposible el poder sentir empatía hacía cualquiera de los personajes.

Por si esto no fuera suficiente, el ritmo con el que se desarrolla la historia es demasiado cansino y ante la carencia de eventos relevantes en verdad uno se pone la aburrida de su vida esperando a que ocurra algo de interés. Ya que esta es una película en donde la mayoría de los sucesos violentos se desarrollan fuera de cámara durante al menos 55 minutos con la idea de construir cierto suspenso y generar expectativa por saber qué demonios es la amenaza, pero esto se extiende demasiado; al grado de que cuando por fin se da la revelación te termina importando muy poco. Mucho más porque se trata de una que es invisible en un claro intento por mantener a raya el presupuesto (aunque la justificación brindada resulta coherente).

La parte final es tal vez lo más entretenido. Se añade cierto elemento militar que brinda contexto al tema de la amenaza y por algunos instantes se logra generar cierta sensación de peligro importante a pesar de que no existe nada particularmente destacado.

De las actuaciones la única que a mi juicio se salva es la de Laila Robins (Maggie), quien sin hacer nada espectacular saca adelante al personaje menos plano de todos y logra brindar una figura de liderazgo decente. La producción es realmente limitada: el trabajo de fotografía es pobre, la dirección de arte no presenta gran cosa, el score cumple, la labor de sonido está ok y los efectos son bastante arcaicos.

Opinión final: Island Zero es bastante mala. Un proyecto pequeño sin pies ni cabeza que no vale la pena que vean.

Ojometro:
**

lunes, 11 de junio de 2018

Crítica: Hereditary (2018)


Primer largometraje del director Ari Aster, quien además es el escritor del guión. Se estrenó en cines dentro de los Estados Unidos y México este pasado 8 de junio.

Sinopsis:

Cuando la matriarca de la familia Graham muere, su hija Annie (Toni Collette) y la familia de esta empezarán a desenredar los crípticos y aterradores secretos de su ascendencia mientras se ven rodeados por la tragedia. 



Comentarios generales:

Como he comentado en ocasiones anteriores, siempre que una película de terror empieza a hacer ruido fuera de los círculos habituales mi interés se dispara, no tanto porque piense que esas opiniones importen más, sino porque es una señal bastante clara de que hay algo lo suficientemente especial como para que hablen de esta y sin duda Hereditary es uno de esos casos. Aunque debo de decir que me sorprende que sea así considerando que se trata de un trabajo que no todo el mundo será capaz de digerir.

Esto porque Aster nunca tiene como objetivo principal el espantar con sustos fáciles cada cinco minutos o satisfacer con lo básico al espectador, inclinándose por un acercamiento mucho más metódico que permita ir construyendo una sensación de tensión constante por medio de elementos simples que ayuden a potenciar los momentos violentos con los que cuenta la película. Por lo cual tenemos un primer acto hasta cierto punto tranquilo, en donde vemos una historia que se centra en la forma en la que las personas manejan el duelo por la muerte de un ser querido y todo lo que puede desencadenar este periodo de inestabilidad emocional.

Sustentándose principalmente en el personaje de Annie pero también por medio de su hija Charlie, con quien poco a poco se integran situaciones extrañas que dejen ver que hay algo mucho más complejo detrás. Aspecto que se magnifica ante la idea visual que tiene el filme, ya que todo está pensado para que parezca como si los personajes fueran figuras dentro de una casa en miniatura que están siendo manipuladas por una fuerza superior.

Así avanza todo sin mayores contratiempos y es llegando al segundo acto cuando la película empieza a volverse más oscura gracias a un suceso de gran impacto que te toma por sorpresa y que eleva el nivel de intensidad de golpe, más no el ritmo. Ya que las cosas se siguen desarrollando de manera pausada, sin prisas; aunque empezando a utilizar de vez en cuando ciertos sustos para ir delimitando el camino satánico que existe y empezarlo explotar por medio de un conflicto familiar potente con el que se manejan diversos tipos de emociones y se logran generar algunas escenas perturbadoras.

Llevándote así a una parte final extraña que confirma muchas de las suposiciones, pero que sigue generando nuevas dudas con su desarrollo. Cayendo por momentos en un territorio peligroso en el que se puede perder cualquier lógica y del cual el director es lo suficientemente capaz de evitar para ofrecer así un cierre bastante claro y con mucha fuerza. Sin embargo, también deja abiertas ciertas cosas a la interpretación.

Con respecto a las actuaciones todo el elenco hace un buen trabajo, pero Toni Collette se cuece aparte. En verdad el trabajo que hace aquí es de otro nivel, ya que se trata de un personaje inestable por naturaleza que, a pesar de esto, siempre logra que el espectador se convenza de que en verdad no está loca y por determinados momentos uno pueda entender los motivos por los cuales es así.

La producción está bien cuidada: el trabajo de fotografía es muy bueno, la dirección de arte es sólida, el score es genial, el trabajo de sonido es impecable, los efectos están bien hechos y la labor de maquillaje cumple.

Opinión final: Hereditary es una gran película. Terror poco convencional no apto para las masas que, en definitiva, no dejará a nadie indiferente.

Ojometro:
*****

jueves, 7 de junio de 2018

Crítica: Cargo (2018)


Película dirigida por Ben Howling y Yolanda Ramke, quien además es la escritora del guión. Se estrenó directamente en Netflix en Estados Unidos y Latinoamérica el pasado 18 de mayo, aunque todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Después de que una brutal epidemia se ha esparcido por toda Australia, un padre (Martin Freeman) hace hasta lo imposible por encontrar a alguien que pueda cuidar a su pequeña hija.



Comentarios generales:

Por lo general una película de zombies/infectados en Netflix no es algo que llame mi atención inmediatamente debido a que estas abundan dentro del servicio de streaming y es difícil resaltar sobre el resto en una época donde pareciera que ya se contó todo lo que se tenía que contar dentro de este subgénero. Es por eso que no esperaba gran cosa con Cargo, simplemente lucía como algo genérico escudado bajo el sello de “originals” que no aportaría nada relevante, aunque al final no fue una mala película.

Y es que lo que nos regalan Howling y Ramke realmente sigue el camino conocido de esta clase de trabajos post-apocalípticos en donde se le da una ligera variación a los zombies y se les utiliza más que nada como complemento de una historia en la que predominan las interacciones humanas. Nada fuera de lo común, sin embargo, desde el primer acto logran establecer un escenario bastante desgarrador al ponernos frente a una situación en la que se juega con el típico tema sobre tratar de salvar a un ser querido por necedad a pesar de que puede poner en peligro a todos; generando así algunos de los momentos más emotivos de la película.

Lamentablemente una vez superado este dilema las cosas empiezan a decaer durante el segundo acto, no tanto porque lo presentado sea malo, sino porque el ritmo se vuelve mucho más cansino y en realidad a partir de aquí todo resulta demasiado predecible al darle preponderancia a la decadencia social por encima de los riesgos que representan los zombies. Integrando peligros para el personaje de Andy que nunca se sienten como una parte orgánica de la historia y que por determinados minutos hacen que la primicia inicial se pierda al querer explorar otros aspectos que terminan teniendo muy poco peso más adelante.

Lo positivo es que, a pesar de este bajón, la parte final cumple. Obviamente uno se queda con ganas de ver algo más sangriento que involucre a los zombies, pero eso se compensa con el regreso de la sensación de angustia que se percibía durante la primera media hora y gracias a ello el desenlace resulta bastante efectivo.

En cuanto a las actuaciones este es el show de Martin Freeman, quien durante toda la película tiene que lidiar con un bebé o una niña que habla muy poco y aún así logra sacar adelante su personaje. La producción es de buena nota: el trabajo de fotografía es sólido, cuenta con un buen score, el trabajo de sonido es muy bueno, los efectos son simples y la labor de maquillaje cumple.

Opinión final: Cargo está ok. Una película más de zombies para pasar el rato y nada más.

Ojometro:
***

lunes, 4 de junio de 2018

Crítica: Ayla (2018)


Película escrita y dirigida por Elias (Gut). Se estrenó dentro de los Estados Unidos el pasado 4 de abril en formato digital y VOD, pero todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Un hombre perseguido por la misteriosa muerte de su hermana a los cuatro años de edad logra regresarla a la vida como ya toda una mujer adulta, aunque con terribles consecuencias. 



Comentarios generales:

Si alguna vez han visto los trabajos previos de Elias (como director o guionista) sabrán que su visión para hacer cine es una muy personal y no suele seguir mucho los estándares establecidos dentro del género. Es por ello que cada que anuncia nuevas cosas me genera un interés particular porque sé de antemano que me expondré a algo poco convencional que difícilmente me dejará indiferente, lo cual sin duda fue la situación ante lo rara que es Ayla.

Situación que no es de sorprender considerando que la historia está inspirada en una experiencia personal del propio director y la manera en la que es manejada se sustenta más en la fantasía que en el terror, haciendo de esto un ejercicio contemplativo en el que el espectador tiene que sacar sus propias conclusiones en base a pistas muy limitadas. Ya que realmente la película en un inicio no ofrece mucho, más que nada nos muestran a un protagonista con depresión que se encuentra obsesionado con su hermana muerta para darle un toque mucho más humano y que en cierta medida logres tener empatía hacia él, pero esto nunca logra darse ante lo vacío que se siente todo lo ocurrido hasta que llega la resurrección.

Un momento que representa por mucho lo más extraño de la película y junto con el cual también se dan los pocos toques de terror con los que cuenta; sin embargo, estos no duran demasiado y una vez más se empieza a depender en exceso de la rareza, añadiendo además un tema de incesto con el que se generan dudas sobre si en verdad estos dos individuos están relacionados. Sustentando así el segundo acto en una tensión sexual entre ambos personajes bajo un ritmo que se vuelve cansino de manera rápida, sobre todo porque en esta parte lo que vemos sigue sin tener gran sentido y, salvo por ver a Ayla vomitando de manera frecuente, no hay nada más que te ayude a desarrollar un interés genuino por el personaje.

La parte final es la más emocional al involucrar de lleno a la familia y exponer situaciones más complejas ligadas a la pérdida de un ser querido. Aunque el desenlace sin duda terminará molestando a muchos debido a que deja todo abierto a la interpretación.

Con respecto a las actuaciones tanto Nicholas Wilder (Elton) como Tristan Risk (Ayla) están flojos, nunca logran que uno conecte con ellos y eso afecta en demasía a la película; mientras que la aparición de Dee Wallace es muy limitada. La producción es sólida: el trabajo de fotografía es bueno, la dirección de arte simple, el score es agradable, el trabajo de sonido está bien cuidado y los efectos son mínimos.

Opinión final: Ayla es bastante decepcionante. Una película recomendable más que nada para aquellos fans de este peculiar director.

Ojometro:
**