viernes, 27 de enero de 2017

Crítica: Parasites (2017)


Película escrita y dirigida por Chad Ferrin. Se estrenó en VOD dentro de los Estados Unidos y Canadá el pasado 24 de febrero, pero no hay información sobre si saldrá en formato físico o sobre cuándo podría llegar a otros mercados.

Sinopsis:

Tres estudiantes universitarios se pierden en las solitarias calles del centro de la ciudad de Los Angeles y para su mala fortuna se encuentran con un grupo de violentos vagabundos, lo cual provocará una serie de horribles sucesos que mostrarán lo peor de Skid Row.



Comentarios generales:

La escena independiente suele ser un hit or miss, eso todo mundo lo sabe, pero siempre es bueno tener esta clase de trabajos haciendo ruido por distintos festivales debido a que es la única manera de diversificar de algún modo un género que pareciera estar centrado en los mismos individuos todo el tiempo. Es por ello que cuando películas como Parasites empiezan a generar cierta reputación siempre captan mi interés, ya que eso suele ser indicativo de que algo fresco podría estar presente; sin embargo, en esta ocasión simplemente no lo pude encontrar. 

Su premisa es muy básica con unos vagabundos increíblemente malos que torturan a unos pobres estudiantes de cierto estatus social, pero el problema es que desde un inicio Ferrin es incapaz de justificar dichas acciones de manera coherente y solo se limita a ir construyendo un primer acto que se da porque si. La verdad no tiene ningún tipo de lógica lo que ocurre, de hecho, ni siquiera existen motivos para que te importe porque básicamente te limitan a ver a un joven afroamericano correr por su vida mientras es perseguido por un vagabundo con un arma distinta (el nombre de cada uno de ellos es precisamente el nombre del arma) hasta que este lo mate y otro tome su lugar.

Dinámica que nunca cambia y se explota hasta el final, provocando así que ya entrados a la segunda mitad las cosas se tornen en exceso repetitivas, sin ningún tipo de tensión palpable que refleje lo aterrador de dicha experiencia y donde las únicas variantes se dan por medio de la introducción de personajes 100% desechables cada determinado tiempo que no añaden gran sustancia. Cuyo único propósito pareciera es mostrar que Skip Row es el lugar más deprimente del mundo entero y distraer al espectador del hecho de que no se profundiza para nada sobre los motivos que originaron esta aburrida persecución.  

La parte final se podría decir que es la más entretenida, principalmente por lo exageradas que son las acciones presentadas: hay disparos, cierto humor involuntario e incluso un pequeño conflicto entre los antagonistas que no aporta demasiado, pero que al menos rompe un poco la monotonía. Además tocan un tema muy delicado en la actualidad que le brinda cierta fuerza al cierre.

Las actuaciones son pobres en general, lo más rescatable es ver a Robert Miano como el líder de los vagabundos y la breve aparición Joe Pilato. La producción está bien cuidada dentro de sus posibilidades: el trabajo de fotografía está ok, el score tiene cierto aire a Carpenter que complementan de manera agradable con algunas canciones conocidas, el trabajo de sonido es pobre y toda la cuestión de efectos/maquillaje es en extremo limitada.

Opinión final: Parasites es decepcionante. Un trabajo muy pequeño que realmente nunca logra ofrecer algo llamativo y que se perderá rápidamente con el paso de los días.

Ojometro:
**

martes, 24 de enero de 2017

Crítica: The Axe Murders of Villisca (2017)


Primer largometraje del director Tony E. Valenzuela, cuyo guión fue escrito por Owen Egerton. Se estrenó de manera limitada en cines y VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 20 de enero, pero todavía no hay información sobre su posible llegada a otros mercados o salida en formato físico.

Sinopsis:

En 1912 se produjeron los brutales asesinatos de una familia en Villisca, Iowa que quedaron sin resolver. Ahora, varias décadas después, la casa donde se cometió dicho crimen se ha convertido en una exitosa atracción; la cual tres jóvenes están dispuestos a visitar en busca de respuestas sin saber que, tal vez, terminen descubriendo algo más allá de sus propios temores.



Comentarios generales:

La verdad nunca había escuchado sobre los asesinatos de Villisca, así que cuando supe sobre esta película inicie con el proceso de investigación correspondiente y lo que encontré fue un caso que realmente no se diferenciaba mucho de algunos otros que han servido como inspiración para distintos trabajos. Sin embargo, su naturaleza violenta y el hecho de que su director era un rostro nuevo me daban esperanzas de encontrarme ciertas ideas frescas en The Axe Murders of Villisca que pudieran añadir algo diferente a una fórmula ya muy gastada, pero lamentablemente eso no ocurrió.

Esto porque lo que nos trae Valenzuela inicia más como un drama juvenil que otra cosa, donde después de la debida presentación de los asesinatos hace mucho tiempo atrás, todo se centra básicamente en un triángulo amoroso construido de manera exprés cuyo principal objetivo es hacer pasar el tiempo mientras nuestros protagonistas se trasladan a la casa. Lo cual ciertamente no es tan aburrido como parece debido a que existe muy buena química entre estos personajes y eso hace que el paseo inicial por esta resulte ameno dado a que se logra combinar de manera adecuada cierto comportamiento absurdo juvenil con el tono serio que requiere todo lo referente a los asesinatos.

Algo que hace del inicio del segundo acto uno con bastante fuerza ante el planteamiento de ciertos conflictos y la inevitable aparición de los elementos paranormales de cajón en este tipo de historias, pero que se va cayendo poco a poco conforme se van manifestando las malignas intenciones de los espíritus.

De pronto toda esta tensión que se logró mostrar en pantalla se pierde y, aunque se logra construir una atmósfera interesante, esta nunca resulta parte fundamental en la serie de posesiones poco imaginativas presentadas. Unas que además, por considerables lapsos de tiempo, se pierden debido a que nunca logran generar momentos en el que todas puedan converger de manera importante y solo las sacan a relucir cuando cierta escena lo requiere; provocando así una confusión total al momento de querer identificar cual es la verdadera amenaza.

La parte final tampoco ayuda mucho. Aquí es donde la historia se separa de manera clara de lo manejado previamente, enfocándose más en el tema de la redención para dejar los asesinatos en un segundo plano y así crear un desbalance muy marcado que termina dejando como resultado varias preguntas sin respuesta.

Las actuaciones de Robert Adamson, Jarrett Sleeper y Alex Frnka no están nada mal, muestran buena química y logran que personajes con marcados estereotipos te resulten agradables. La producción es bastante pequeña: el trabajo de fotografía es sólido (sobre todo en exteriores), la dirección de arte no tiene nada llamativo, el score cumple, el trabajo de sonido está ok, los efectos si dejan mucho que desear y la labor de maquillaje en general es simple.

Opinión final: The Axe Murders of Villisca es decepcionante. Inicia bien, pero rápidamente se convierte en una película de casas poseídas del montón.

Ojometro:
**

sábado, 21 de enero de 2017

Crítica: The Barn (2016)


Película escrita y dirigida por Justin M. Seaman, quien hace su debut dentro del género. Salió directamente en DVD (además de una versión limitada en VHS) el pasado mes de diciembre, aunque de momento solo se puede conseguir mediante su tienda oficial.

Sinopsis:

Es Halloween de 1989 y dos buenos amigos tratan de disfrutar la que será su última noche juntos en esta festividad antes de graduarse de la preparatoria. Sin embargo, los problemas los siguen cuando junto con otro grupo de amigos encuentran un viejo granero abandonado donde duermen fuerzas malignas que, sin saberlo, las han despertado.



Comentarios generales:

La década de los 80s tiene algo que nos obsesiona a todos los fanáticos del cine de terror, es una época prácticamente legendaria para el género y aquellos que no tuvieron la oportunidad de vivirla por lo general esperan ansiosos una pequeña probada de esta. Algo que saben varias personas allá afuera y eso mismo ha provocado una oleada de proyectos que pretenden recrear dicho aire ochentero, pero solo unos cuantos han logrado recuperar toda esa esencia de manera casi perfecta como The Barn.

Una película con la que desde el primer minuto Seaman muestra su amor por el género de terror, por la década de los 80s y, sobre todo, por la noche de Halloween. Ya que es en base a esta festividad con la que se construye toda una historia de tinte serie B que para muchos podría parecer simple o sin mucho sentido, pero que en realidad involucra muchas reglas y leyendas a las cuales tienes que ponerles atención para entender lo que está por venir; complementadas con elementos que no podían faltar en un cuasi slasher como personajes estereotipados y rebeldía juvenil. Al igual que con una cantidad de referencias ochenteras muy bien logradas (¡Dr. Rock!) que hacen del primer acto uno muy entretenido por todo lo que engloba.

Hasta ahí las cosas son agradables, sin embargo, es con el segundo acto cuando toman un rumbo más definido al darse las muertes esperadas y demás elementos estándar; aunque en realidad lo que lo hace interesante es el hecho de que estos tres demonios tienen su propia leyenda detrás que les brinda una identidad única y que representan en su totalidad el Halloween. Proporcionándoles así un elemento importante en su forma de accionar, ya que cuando están solos son un peligro que puede ser manejable; en cambio, si estos andan juntos, se vuelven una amenaza a gran escala que puede acabar con un pueblo entero. 

Un aspecto que le permite al director poder presentar diferentes tipos de situaciones amenazantes, no solo para producir encuentros directos con los jóvenes, sino también para generar una escena a “mayor escala” que muestre de manera importante el despliegue de efectos prácticos en todo su esplendor y así conseguir todos los propósitos establecidos de una u otra forma, siendo su único problema significativo la parte final. 

La cual resulta un tanto repetitiva y con ello provoca que el ritmo ágil que se había mantenido previamente disminuya un poco y no la haga tan emocionante. Algo que es un tanto fastidioso pero una vez superado las cosas toman buen rumbo para ofrecer una conclusión que dejará contentos a la mayoría, a pesar de cierta falta de claridad.

De las actuaciones hay que decir que sin duda son exageradas, pero así estaba planeado y cumplen su propósito. Aunque lo verdaderamente llamativo es la producción, no porque sea espectacular, sino porque es impresionante ver la fidelidad que lograron en cada detalle; al grado de que si no sabes de antemano que es una película de 2016 definitivamente creerás que salió en 1989.

El trabajo de fotografía es descuidado a propósito, la dirección de arte correcta, el score es espectacular y cumple una función muy importante, el trabajo de sonido es sólido, los efectos son prácticos en su mayoría y la labor de maquillaje está bien hecha.

Opinión final: The Barn la disfruté bastante. Es un gran homenaje al cine de terror serie B de los 80s que se debe de tomar como tal, ya que de lo contrario no los va a convencer.

Ojometro:
****

martes, 17 de enero de 2017

Crítica: Clinical (2017)


Película dirigida por Alistair Legrand (The Diabolical), quien además comparte créditos como co-escritor del guión junto a Luke Harvis. Se estrenó a nivel mundial el pasado 13 de enero exclusivamente en Netflix, aunque es probable que a mediados de año salga en formato físico.

Sinopsis:

La experimentada psiquiatra Jane Mathis (Vinessa Shaw) trata de ordenar nuevamente su vida después de un violento ataque al aceptar el caso de un paciente cuya historia es igual de devastadora que la suya.



Comentarios generales:

Los thrillers psicológicos son uno de esos subgéneros con los que existen las mismas probabilidades de éxito y fracaso debido a que son de los pocos que todavía pueden generar cierta duda en audiencias que cada vez son menos impresionables. Todo es cuestión de que tan bien explotados sean los elementos característicos con los que cuentan y sobre que tanto están dispuestos a invertir en el espectador para lograrlo, algo que Clinical pretende hacer como lo indica el librito; aunque sin los mejores resultados posibles.

Esto porque lo que nos regalan Lengrand y Harvis en su nueva colaboración es una historia que sin duda va a retar la paciencia de muchos espectadores debido a que su desarrollo se realiza de manera lenta. Sustentándose en dos líneas argumentales concebidas para mostrar las facetas de Jane durante su vida diaria y así crear un contraste sobre su comportamiento, lo cual suena interesante, pero en ya en pantalla no lo es tanto gracias a que su faceta como psiquiatra resulta bastante aburrida de ver y porque su faceta como alguien emocionalmente quebrada no ofrece los suficientes momentos de tensión como para que te importe demasiado su trauma, a pesar de que si es uno escalofriante.

Ya entrado en el segundo acto es cuando las cosas se vuelven más interesantes y en gran parte se debe a que se le da más exposición al personaje de Alex, un paciente desfigurado que poco a poco va superando un sufrimiento profundo y cuyo principal objetivo es ser ese enlace emocionalmente potente con el cual uno pueda simpatizar; además de volverse parte importante para que el personaje principal te resulte más humano. Igualmente,  es a partir de aquí cuando se empieza a jugar con lo que es verdad y lo que no; tal vez de manera no tan importante como en algunos trabajos similares, pero si con el suficiente nivel de impacto para construir un aparente conflicto que en el camino brinda algunos momentos visualmente llamativos.

La parte final no está mal, pero sentí que la alargaron demasiado. Finalmente todo lo anterior converge de manera natural, pero al involucrar a varios de los personajes secundarios que hasta ese momento solo habían servido de adorno ser pierde algo del shock que se supondría tendría que provocar dicho acontecimiento. Aunque igual es aquí donde se ofrece la mayor cantidad de sangre y eso beneficia mucho para que el desenlace se sienta con bastante fuerza.

En cuanto a las actuaciones puedo decir que Shaw no lo hace mal, aunque su nivel de locura no es tan convincente; sin embargo, quien se lleva todos los reflectores es Kevin Rahm como Alex al regalar una actuación que en general salva la película a partir del segundo acto. La producción es de buena factura: el trabajo de fotografía está bien cuidado, la dirección de arte es genérica, cuenta con un buen score, el trabajo de sonido es acertado, los efectos sencillos cumplen y la labor de maquillaje se centra principalmente en un solo personaje, pero con muy buenos resultados.

Opinión final: Clinical es aceptable. Sin duda la lentitud con la que se desarrolla le afecta, pero puede ser una buena opción para algún día en donde no tengan otra cosa que ver.

Ojometro:
***