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martes, 31 de marzo de 2020

Crítica: Vivarium (2020)


Película dirigida por Lorcan Finnegan (Without Name) y escrita por Garret Shanley. Se estrenó en VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 27 de marzo, mientras que su salida en formato físico recién fue confirmada para el próximo 12 de mayo.

Sinopsis:

Gemma (Imogen Poots) y Tom (Jesse Eisenberg) son una joven pareja que está pensando adquirir su primera casa. Un día visitan una agencia donde son recibidos por un extraño agente de ventas que rápidamente los lleva a un peculiar desarrollo de casas donde quedarán atrapados en la pesadilla surrealista de la vida cotidiana.



Comentarios generales:

Una de las películas que más ruido hizo durante la etapa de festivales en 2019 fue Vivarium, así que era natural que mi interés por esta fuera en aumento conforme avanzaban los meses. Aunque también debo de decir que al tener 17 nombres ligados bajo algún tipo de rol como productores me generaban ciertas dudas debido a que esa es una señal poco alentadora en cuanto a la visión original del proyecto; sin embargo, a pesar de esto el resultado final ha sido bastante agradable.

Lo cual sin duda me hace lamentar que la película no se pudiera estrenar en cines gracias a la situación actual que se vive en el mundo, ya que lo traído por Finnegan y Shanley merecía tener ese tipo de exposición gracias a que convierten algo que bien pudo haber sido un simple clon de algún episodio de The Twilight Zone en una mezcla de géneros muy entretenida con la que, además, salen avantes de casi todos los riesgos que toman.

Ya que estamos ante una historia a la que no le toma más de 15 minutos para establecer la problemática central, haciendo con esto que existan altas probabilidades de que lo mostrado se torne aburrido o repetitivo demasiado rápido, pero la realidad es que dicho contratiempo no se da de manera tan acelerada como piensas. Esto porque desde muy temprano el director muestra gran habilidad para hacer que rutinas simples resulten interesantes con algunos ajustes que involucran determinadas metas para nuestros protagonistas en su búsqueda por salir del lugar (ejemplo: caminar directo al sol) y que, al combinarse con la vibrante locación, en todo momento logran generar una sensación de extrañeza bastante peculiar.

Por si esto no fuera suficiente, las rarezas se incrementan cuando hace acto de presencia un niño y con ello se llega al que es el mensaje más evidente de la película: el estancamiento de la vida familiar en los suburbios. Todo por medio de la monotonía que involucra criarlo debido a las exigencias que requiere, aunque en realidad esto es solo una parte del sufrimiento gracias a que también se expone la pesadilla que significa vivir la misma rutina una y otra vez casi en automático, desgastando así a unos personajes cuyo desarrollo no es el más complejo pero van manifestando diversos cambios que los llevan a lidiar con la situación de manera distinta.

Hasta aquí todo va bien. Sin embargo, también hay que decir que dicha monotonía provoca que el ritmo decaiga y con ello se den los que son indudablemente los momentos más flojos durante el segundo acto debido a que se le empiezan a dar muchas vueltas al misterio sin que se sienta un avance concreto.

Situación que se soluciona llegando a la parte final. No tanto porque se ofrezcan muchas respuestas claras (casi todo se deja a la interpretación), sino porque los elementos sci-fi adquieren mayor peso y gracias a eso te puedes dar una idea sobre lo que hay detrás. Además de que la intensidad añadida ayuda a que el cierre resulte mucho más efectivo.

Las actuaciones son muy buenas, con un Jesse Eisenberg en un papel mucho más serio a lo que nos tiene acostumbrados y el pequeño Senan Jennings haciendo una labor por varios lapsos inquietante; aunque sin duda quien más resalta es Imogen Poots. Ella es quien carga con todo el peso emocional de la película y en verdad lo hace de manera genial al ofrecer un viaje de emociones que van desde la felicidad hasta el miedo, la ira o incluso un muy discreto amor maternal.

La producción también es de buena factura: el trabajo de fotografía es sólido, la dirección de arte es impecable, cuenta con un buen score, el trabajo de sonido es limpio, los efectos son simples y la labor de maquillaje es discreta.  

Opinión final: Vivarium me gustó. Película extraña y con tintes más cargados hacia el sci-fi que no es para todos los gustos, pero que vale la pena darle una oportunidad.

Ojometro:
****

martes, 29 de octubre de 2019

Crítica: Zombieland: Double Tap (2019)


Secuela dirigida por Ruben Fleischer (Zombieland), cuyo guión fue co-escrito por Dave Callaham, Rhett Reese y Paul Wernick. Se estrenó en cines dentro de los Estados Unidos el 18 de octubre, mientras que en México hizo lo propio el fin de semana pasado. Recaudando hasta la fecha $63.6 millones de dólares en taquilla a nivel mundial.

Sinopsis:

Columbus (Jesse Eisenberg), Tallahassee (Woody Harrelson), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin) se mudan al corazón de los Estados Unidos mientras enfrentan a un nuevo tipo de zombies, otros sobrevivientes y los constantes dolores de cabeza que significa pertenecer a una familia improvisada.  



Comentarios generales:

La primera Zombieland es una de las historias de éxito más grandes dentro del género en este siglo, ya que una película que no lucía como nada especial se convirtió en una de las mejores comedias de terror que se han hecho y sirvió como plataforma para impulsar al mainstream a nombres como Emma Stone y Jesse Eisenberg, así como en revivir la carrera de alguien como Woody Harrelson. Simplemente parecía un cuento de hadas que difícilmente se volvería a repetir por el estatus de todos de los involucrados, sobre todo después del intento fallido por parte de Amazon de hacer una serie hace algunos años, pero gracias a diversos factores los planetas se alinearon para que pudiéramos tener algo como Double Tap.

Una secuela en la que se puede notar en todo momento que Fleischer y los guionistas entienden perfectamente lo que hacen debido a que, en lugar de querer jugar con el factor nostalgia, mejor deciden no partirse la cabeza y dejar que esto sea una continuación natural de lo ocurrido en la primera entrega con una historia sencilla, pero obviamente mucho más grande en todo sentido. No solo por el evidente incremento del presupuesto, sino que el hecho de que los personajes principales hayan crecido brinda un desarrollo natural que permite al director no ahondar demasiado en lo que pasó durante estos diez años y mejor enfocarse en cómo esas vivezas han hecho evolucionar a esta “familia” que todo lo que hace es totalmente ridículo, aunque en el fondo los lazos son más fuertes de lo que parecen.

Obvio con esto no quiero decir que lo que pasa sea muy profundo o emocional, para nada, ya que una vez que se establece lo básico las cosas adquieren el tono esperado y tanto la acción como el humor no paran. Logrando así que el ritmo sea uno bastante fluido durante un viaje en el que se van añadiendo de manera puntual nuevos elementos que le dan frescura a este peculiar universo como los tipos de zombies o el “Zombie Kill of the Week”, así como locaciones que tienen un significado especial para saber un poco más sobre la obsesión de Tallahassee con Elvis o para proporcionar ciertas referencias.

Aunado esto se encuentra la integración de personajes nuevos que no desentonan y que cumplen con propósitos específicos. Siendo sin duda Madison el que más resalta al ser ella la que proporciona no solo varios de los momentos más cómicos del filme, sino que además con su mera presencia logra que la dinámica del grupo se reinvente de cierta manera al provocar casi siempre conflictos por su torpeza, especialmente con Wichita.

La parte final es la locura que tenía que ser. Aquí simplemente se trata de ver a zombies ser eliminados de distintas maneras y generar la sensación de peligro suficiente para tener un cierre que deje contento a todo mundo.

Las actuaciones siguen siendo geniales con Stone, Harrelson, Breslin y Eisenberg manteniendo la química intacta, mientras que Zoey Deutch (Madison) resulta ser una grandísima adición con un personaje muy bobo que se roba varias escenas. La producción claramente es mucho mayor a la de la primera entrega: el trabajo de fotografía es bueno, la dirección de arte es genial, el score es agradable, el trabajo de sonido es impecable, los efectos son de gran calidad y la labor de maquillaje es muy buena con los zombies.

* Cuenta con una escena a la mitad de los créditos

Opinión final: Zombieland: Double Tap me hizo reír bastante. Sin duda una de las películas más divertidas de 2019.

Ojometro:
****