viernes, 13 de marzo de 2020

Crítica: Boneyard (2020)


Película dirigida por Brent Nurse y Steven Spencer, siendo este último también el encargado de escribir el guión. Se estrenó en VOD a finales de enero dentro de los Estados Unidos, pero todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Jane y su esposo David se refugian en una recluida casa de campo para alejarse de un escándalo que amenaza con arruinarlos. Estando ahí, ella sigue sin estar segura si su esposo es culpable o inocente y las cosas empeoran cuando encuentra un antiguo cementerio que le provocará extrañas visiones que no logra comprender.



Comentarios generales:

Cuando existe demasiado hermetismo alrededor de una película al punto de que lo único que sabes es su fecha de salida por lo regular tus dudas se disparan debido a que eso suele ser señal de que ni siquiera la gente detrás del proyecto confía plenamente en este. Simplemente no es algo normal, así que Boneyard la vi con las expectativas más bajas posibles porque existían demasiadas señales de que la experiencia sería dolorosa y, para mi mala suerte, así fue.

Y es que lo que nos trae esta dupla de directores es algo que apenas puede catalogarse como mirable debido a que estamos ante una historia que en ningún punto tiene sentido y aún así quieren vendértela como si se tratara de algo sumamente elaborado. Escondiéndose detrás de fenómenos paranormales que en un inicio ayudan a generar cierto suspenso pero que rápidamente se pierden ante la repetitividad y el nulo progreso de una problemática que tiene poco peso en el desarrollo.

Por si esto no fuera suficiente, la propia producción de la película no es de mucha ayuda como para generar una atmósfera adecuada. Ya que muchas de las acciones se realizan de noche, pero ante las limitantes del presupuesto varias escenas nocturnas se nota que fueron filmadas de día y por medio de un filtro pretendían ocultarlo; sin embargo, los resultados de todo esto son lamentables y por ello resulta imposible poder tomar en serio lo que ocurre en pantalla. 

Es hasta la parte final cuando se puede notar un poco más de estabilidad e idea con respecto a lo que se quería lograr, al menos desde el lado de la violencia porque aquí es donde hay más sangre y, por ende, cierto grado de intensidad. Aunque ante la poca capacidad para explicar toda la cuestión paranormal y el alargue innecesario del conflicto la conclusión presentada resulta muy débil.

Las actuaciones no son del nivel amateur como suele ser común en esta clase de proyectos, pero son bastante pobres. La producción tampoco tiene muchas cosas para presumir: el trabajo de fotografía es muy mediocre, la dirección de arte básica, el score es extremadamente repetitivo, el trabajo de sonido no es el mejor, los efectos son arcaicos y la labor de maquillaje está ok.

Opinión final: Boneyard es muy mala. Película independiente sin pies ni cabeza que es mejor evitar.

Ojometro:
*

martes, 10 de marzo de 2020

Crítica: Come to Daddy (2020)


Primer largometraje del director Ant Timpson, el cual cuenta con un guión escrito por Toby Harvard. Se estrenó de manera limitada en cines y VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 7 de febrero, mientras que su salida en formato físico está programada para el próximo 24 de marzo.

Sinopsis:

Norval Greenwood (Elijah Wood) es un hombre en sus treinta que viaja a una cabaña remota para reencontrarse con su padre distanciado, aunque la reunión no será como lo pensaba.



Comentarios generales:

Elijah Wood se ha convertido en uno de los actores que mayor interés me genera en años recientes debido a que es por demás fascinante ver como alguien que fue el rostro de una de las franquicias de cine más mainstream de los 2000s de pronto se convirtió en un actor que se la pasa aceptando los proyectos más extravagantes que se le cruzan. Es algo genial y para el propio género ha sido benéfico, así que por eso Come to Daddy era una de las películas que más me atraían de 2020 y no me ha decepcionado.

Ya que Timpson presenta una historia que sabe explotar sus rarezas de buena manera sin caer en los extremos, en lo caricaturesco; especialmente durante un primer acto que se sustenta en la interacción de dos personajes completamente opuestos con personalidades llamativas que daban pie a eso.

Los cuales de inmediato establecen una gran química como padre e hijo que llevan mucho tiempo sin verse, logrando momentos incómodos y siempre dejando en claro que hay un riesgo latente para Norval con el que se va acumulando tensión de manera sostenida hasta que llega un acontecimiento fundamental con el que no solo explota la burbuja, sino que además le da la vuelta por completo a la dinámica que uno como espectador esperaba.

Trayendo consigo uno de los cambios de género que se manejan para dar paso a algo que camina entre la comedia negra y el suspenso. Con nuestro protagonista bajo un rol mucho más patético e inseguro con el que siempre complica cada situación en la que se ve involucrado y que poco a poco va abriendo el camino para que la película vuelva a mutar, ahora enfocándose más en el drama y con ello brindarle un poco más de contexto a ciertas cuestiones que no habían quedado del todo claras. Aunque originando con esto algunos minutos en donde las cosas se vuelven un tanto aburridas ante el lento desarrollo que tienen.

Para la parte final lo que vemos es algo muy distinto a lo que se planteaba en el primer acto, pero no por ello resulta menos rara. Aquí las malas decisiones del Norval vuelven a ser factor en un espacio no tan contenido (donde toda la gente es detestable) y eso desencadena los que son sin lugar a dudas los sucesos más violentos de filme para llegar a una conclusión que se podría considerar como la más “feliz” para lo que acabamos de ver.

En las actuaciones realmente todos están bien, Wood hace muy buena labor como el chico patético que complica siempre las cosas; aunque participaciones secundarias como las de Stephen McHattie (Gordon) y Michael Smiley (Jethro) son las que le dan ese aire de extravagancia al visionado. La producción es de buena factura: el trabajo de fotografía es bastante bueno, la dirección de arte es sólida, el score cumple, el trabajo de sonido es limpio y lo referente a efectos/maquillaje está bien hecho.

Opinión final: Come to Daddy me gustó. Buena película que combina varios géneros para contar algo que podría haber sido un potencial desastre.

Ojometro:
****

viernes, 6 de marzo de 2020

Crítica: Dead Earth (2020)


Co-producción estadounidense/tailandesa dirigida por Wych Kaosayananda, quien además comparte créditos como co-escritor del guión junto a Steve Poirier. Se estrenó en VOD y DVD dentro de los Estados Unidos el pasado 28 de enero.

Sinopsis:

Dos mujeres jóvenes tratan de tener una vida normal en aislamiento después de que el mundo ha sido destruido por un apocalipsis zombie. Aunque su tranquila vida pronto se verá interrumpida…



Comentarios generales:

Durante la última década hemos visto cualquier cantidad de películas que retratan el apocalipsis zombie por medio de un mundo desolado, un concepto que no es el favorito de muchas personas pero en mi caso es uno que nunca me aburre por más desgastado que se encuentre. Aunque esto no quiere decir que no comprenda los motivos por los cuales genera tanta división, ya que también es claro que en muchas ocasiones se trata solo de una excusa perfecta para aplicar la ley del mínimo esfuerzo y debo de decir que Dead Earth es un claro ejemplo de esto.

Ya que lo presentado por Kaosayananda lleva al extremo eso de condensar una historia para explotar el tema del apocalipsis debido a que casi no hay nada para escribir al respecto. Solo tenemos a dos chicas que viven en un hotel donde nadan, hacen yoga, comen, realizan manualidades y tienen sexo.

Eso es todo, buscarle más sustancia a esto resulta imposible porque no hay demasiado interés en desarrollar algo con dichos personajes, su relación se encuentra en un plano muy secundario y lo poco que se llega a saber de ellas se da por medio un flashback que pasa de noche. Además, para empeorar las cosas, los zombies brillan por su ausencia durante 50 minutos (la película dura 80).

Afortunadamente una vez que hace acto de presencia el primer zombie las cosas mejoran, no como para salvar la película, pero si para que la última media hora sea al menos disfrutable. Es acción sin pausas, donde se aprovecha de buena manera la locación para realizar persecuciones dinámicas y mostrar la muerte de muchos zombies para añadir intensidad a algo que termina de la manera más irrelevante posible.

De las actuaciones no hay mucho que decir, ambas actrices hacen lo que está a su alcance para sacar adelante unos personajes demasiado planos y que generan poco interés. En cuanto a producción las cosas no están tan mal: el trabajo de fotografía es sólido, la dirección de arte cumple, el score es genérico, el trabajo de sonido no es el mejor y la labor de maquillaje es decente.

Opinión final: Dead Earth es bastante mediocre. Solo valen la pena los últimos treinta minutos. 

Ojometro:
**

martes, 3 de marzo de 2020

Crítica: The Invisible Man (2020)


Reboot del clásico de 1933 escrito y dirigido por Leigh Whannell (Insidious: Chapter 3). Se estrenó en cines dentro de los Estados Unidos y México el pasado 28 de febrero, recaudando hasta la fecha $49.2 millones de dólares en taquilla a nivel mundial.

Sinopsis:

Cuando Cecilia (Elisabeth Moss) logra escapar de su abusivo novio, este comete suicidio y le hereda su fortuna. Sin embargo, ella sospecha que su muerte solo fue un engaño y pronto una serie de extraños eventos la convencerán de que de algún modo se ha vuelto invisible para poder atormentarla.



Comentarios generales:

Parecía que después de tres intentos fallidos por tratar de relanzar el universo de sus monstruos clásicos (The Wolfman, Dracula Untold y The Mummy) la suerte de Universal se había terminado y el futuro de estos volvería a quedar en el limbo hasta a nuevo aviso ante la cantidad de complicaciones que representaban dichos proyectos. Sin embargo, en esta industria las cosas cambian muy rápido y afortunadamente el estudio optó por una nueva estrategia para rescatar sus populares franquicias, centrándose en proyectos mucho más personales y no tanto en un universo expandido. Una decisión que después de ver The Invisible Man queda claro que fue la correcta.

Esto porque el enfoque que adopta Whannell es perfecto para la época actual, centrando la atención en la victima y no tanto en el monstruo para así tener una historia que en todo momento toque el tema del abuso físico/mental que sufre nuestra protagonista. El cual se hace evidente desde una secuencia inicial brillante con la que se establece el tono y el grado de tensión que tendrán las acciones por medio de una problemática en la que el villano no aparece en pantalla, pero en todo momento se logra vender perfectamente bien la idea de que se trata de un psicópata dispuesto a hacer lo que sea por recuperarla gracias al pavor que ella misma manifiesta en cada movimiento que realiza.

Y es en base a esa premisa tan básica que se logra construir algo especial porque por medio del personaje de Cecilia y un trabajo de fotografía muy creativo se genera una sensación de peligro constante elevadísima al convertir los espacios vacíos en zonas de riesgo dado a que siempre existe la posibilidad de que la estén vigilando.

Siendo esto el punto fundamental para que todo funcione, no solo por lo aterrador que resulta la idea de ser perseguido por alguien que no puedes ver, sino porque además hace que el deterioro de Cecilia sea mucho más interesante durante la segunda mitad del filme debido a que la pone bajo un escenario donde tiene absolutamente todas las de perder. Incrementando poco a poco la intensidad con situaciones puntuales que añaden violencia e incluso algo de sangre para preparar el camino hacía una parte final que cambia el ritmo semi-lento predominante por uno ligeramente más veloz.

Ya que es en esta parte donde las cosas empiezan a obtener una dosis mayor de acción para darle, ahora sí, “exposición” al hombre invisible y poder presumir un poco el despliegue de efectos. Algo que sin duda añade potencia en el momento adecuado y lleva a un cierre satisfactorio para el personaje principal.

En el tema de las actuaciones todos están bien, pero este es el show de Elisabeth Moss. Ella es quien carga con el peso de la película y de principio a fin lo que hace es tremendo por medio de un personaje que todo el tiempo vive bajo una paranoia que poco a poco la va consumiendo, pero que nunca la logra quebrar por completo y gracias a eso se puede dar el lujo de ofrecer momentazos tanto en su etapa vulnerable como en su etapa de mujer plenamente convencida de que no está loca.

La producción también es de primer nivel: el trabajo de fotografía es muy bueno e imaginativo, la dirección de arte impecable, el score es fantástico, el trabajo de sonido sólido, la labor de maquillaje es discreta y los efectos no son los más complejos, pero están muy bien hechos.

Opinión final: The Invisible Man es una gran película. Una revisión de alto nivel para un clásico que sin duda se meterá de lleno a la conversación de lo mejor del año.

Ojometro:
*****