La década de los 80s significó un
parteaguas para el género de terror en muchos aspectos, desde las historias
hasta el aspecto técnico, lo cual sin duda la convierte probablemente en el
periodo que muchos fanáticos más aprecian y añoran. Sin embargo, dentro de toda
esta evolución y cambios hubo evidentemente algunos perjudicados, entre ellos un
subgénero que durante mucho tiempo fue uno de sus bastiones absolutos: el de los vampiros.
Con la aparición de nuevos iconos
como Jason Voorhees y Freddy Krueger, la creación de historias originales más violentas y la nueva oleada de
películas de zombies (entre muchas otras cosas más) de pronto ver la típica
historia de Drácula ya no era muy atractivo para la audiencia. Los
cambios se daban muy rápido y esta clase de películas realmente no habían
tenido gran evolución desde hacía ya muchos años atrás, por lo cual parecía que
su estatus estaba destinado a desaparecer para siempre si no encontraba algún
tipo de reinvención como lo había tenido el subgénero de hombres lobo con películas
como An American Werewolf in London o The Howling a inicios de la década.
Evidentemente
esto no fue sencillo; de hecho, tuvieron que pasar cinco años para esto se
diera.
Y es que a partir de mediados de
los 80s hubo un nuevo boom para la reinvención de los vampiros dentro del cine,
lo cual nos trajo algo que a mí me gusta llamar “La triada de los vampiros”.
Tres películas que tuvieron un impacto absoluto sin formar parte de una
franquicia y que tenían enfoques totalmente diferentes, pero que siempre son ubicadas
de manera conjunta y cualquiera que se diga fan del género sabe que marcaron la
pauta para los chupasangre durante varios años.
Estas son: Fright Night, The
Lost Boys y Near Dark.
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Dirigida por el entonces debutante
Tom Holland (quien años después filmaría Child’s Play).
Nos cuenta la historia de Charley (William Ragsdale), un adolescente
que es fan de las antiguas películas de terror y principalmente de un programa
de TV llamado “Fright Night”, el cual es protagonizado por el actor Peter
Vincent (Roddy McDowall) en su papel de cazador de vampiros. Su vida marcha normal
hasta que un día se muda junto a su casa un par de tipos muy extraños; uno de
los cuales Charley averigua que es un vampiro, pero evidentemente nadie le
cree.
Fright Night es una combinación
de horror/comedia ochentera por excelencia, ya que toma casi todos los
elementos clásicos de las películas de vampiros para ridiculizar a algunos y
solidificar a otros.
No se toma ningún tipo de tiempo para explicar y
glorificar el pasado del vampiro antagonista, sino que va al grano y
básicamente a los 10 minutos uno ya sabe de lo que va la película sin ningún
tipo de complicación. Aunque lo más destacado para mi es sin duda lo bien que
ha envejecido, ya que probablemente pasaron casi 15 años desde que la vi por
primera vez y, salvo por algunas cosas mínimas como el vestuario o el soundtrack, todo lo demás sigue funcionando.
Los únicos detalles que siempre
me han fastidiado son el por qué Evil se convierte en lobo y la historia
“romántica” entre el vampiro y Amy que al final es completamente olvidada, la cual te deja la sensación de que fue puesta ahí para poder cubrir la hora y
media de duración porque al final no tiene ningún tipo influencia relevante.
Ojometro:
***
Dirigida por el hoy eternamente
detestado Joel Schumacher.
Trata sobre Michael (Jason Patric) y Sam (Corey
Haim), un par de hermanos quienes junto con su madre se mudan a la casa de su
abuelo en California, donde Michael conoce a Star (Jami Gertz) y a un grupo de
jóvenes liderados por David (Kiefer Sutherland) que resultan ser vampiros y
quieren que se una a su clan. Mientras que Sam también conoce a un par de adolescentes
de nombre Edgar (Corey Feldman) y Alan (Jamison Newlander), quienes resultan ser cazadores amateurs de vampiros y lo ayudarán a que esto no se de.
Mientras la película de arriba le
tiraba más a la comedia que otra cosa, The Lost Boys la combina de manera muy
efectiva con la acción; evidenciando así que su meta no es precisamente sacarte
muchos sustos.
Aunque su punto fuerte sin duda es el casting al ser una mezcla de
personalidades sumamente interesantes que en su mayoría sigue siendo muy
reconocibles hoy en día y que le brindaban un aire juvenil absurdo muy peculiar: por un lado con un grupo de vampiros exageradísimos que se alejaban bastante
del molde tétrico/misterioso característico y, por el otro, un trió de
cazadores adolescentes que rayaban en lo ridículo con sus tácticas aprendidas
mediante los cómics.
Su soundtrack es estupendo y en
general visualmente es muy llamativa, a tal grado de que el paso de los años no
le ha afectado en lo más mínimo (salvo por los ridículos peinados, claro está).
Sin embargo, creo que su legado más importante es que no trata de hacer a un
lado los orígenes del género, sino que los maneja de una manera más actual y
los adapta a eso, algo que no ocurría mucho en aquel entonces y que hoy en día
básicamente es la línea que siguen utilizando la mayoría de las producciones en lugar de regresar a los ostentosos orígenes que cimentaron la película de
Lugosi y las de los estudios Hammer.
Es una película no solo esencial
del género, sino de la década de los 80s en general.
Ojometro:
*****
Escrita y dirigida por la hoy
multi galardonada Kathryn Bigelow.
Trata sobre Caleb Colton (Adrian Pasdar), un
joven de un pequeño pueblo que una noche conoce a Mae (Jenny Wright) y
rápidamente siente una gran atracción por ella, aunque lo único que recibe a
cambio es una mordida en el cuello antes de que amanezca. Esto lo hace sentir muy mal cuando se dirige
rumbo a su casa y es raptado por un grupo de vampiros que inicialmente lo
quieren matar, pero que gracias a Mae le ofrecen una semana de prueba con el fin de ver
si es capaz de matar y alimentarse por su propia cuenta para poder unirse al
grupo.
De las tres esta es mi favorita
por mucho; de hecho, entra en mi top 10 de las mejores películas de vampiros de
toda la historia.
Y es que a diferencia de Fright Night y The Lost Boys, aquí
el tono cambia totalmente y el tema de los vampiros se trata de una manera
mucho más fría y oscura; con una historia romántica de por medio sí, pero que
nunca se vuelve melosa y es usada más que nada para mostrar la naturaleza
asesina de estas criaturas. Además de que Bigelow no hace uso de la típica
transformación, sino que simplemente los muestra como personas “normales” que
realizan actos brutales para mantenerse con vida, lo cual da como resultado
muchas escenas increíbles como la del bar o la de la balacera en el hotel.
Esta muy bien actuada; en
especial Bill Paxton bajo el personaje de Severen y Lance Henriksen como Jesse
Hooker se llevan las palmas. También ha aguantado el paso de los años, pero
contrario a las otras dos, aquí realmente nada se nota viejo; de hecho, uno
bien podría pensar que se filmó a mediados de los 90s o inicios de los 2000s sin
ningún problema.
Ojometro:
*****