martes, 24 de enero de 2017

Crítica: The Axe Murders of Villisca (2017)


Primer largometraje del director Tony E. Valenzuela, cuyo guión fue escrito por Owen Egerton. Se estrenó de manera limitada en cines y VOD dentro de los Estados Unidos el pasado 20 de enero, pero todavía no hay información sobre su posible llegada a otros mercados o salida en formato físico.

Sinopsis:

En 1912 se produjeron los brutales asesinatos de una familia en Villisca, Iowa que quedaron sin resolver. Ahora, varias décadas después, la casa donde se cometió dicho crimen se ha convertido en una exitosa atracción; la cual tres jóvenes están dispuestos a visitar en busca de respuestas sin saber que, tal vez, terminen descubriendo algo más allá de sus propios temores.



Comentarios generales:

La verdad nunca había escuchado sobre los asesinatos de Villisca, así que cuando supe sobre esta película inicie con el proceso de investigación correspondiente y lo que encontré fue un caso que realmente no se diferenciaba mucho de algunos otros que han servido como inspiración para distintos trabajos. Sin embargo, su naturaleza violenta y el hecho de que su director era un rostro nuevo me daban esperanzas de encontrarme ciertas ideas frescas en The Axe Murders of Villisca que pudieran añadir algo diferente a una fórmula ya muy gastada, pero lamentablemente eso no ocurrió.

Esto porque lo que nos trae Valenzuela inicia más como un drama juvenil que otra cosa, donde después de la debida presentación de los asesinatos hace mucho tiempo atrás, todo se centra básicamente en un triángulo amoroso construido de manera exprés cuyo principal objetivo es hacer pasar el tiempo mientras nuestros protagonistas se trasladan a la casa. Lo cual ciertamente no es tan aburrido como parece debido a que existe muy buena química entre estos personajes y eso hace que el paseo inicial por esta resulte ameno dado a que se logra combinar de manera adecuada cierto comportamiento absurdo juvenil con el tono serio que requiere todo lo referente a los asesinatos.

Algo que hace del inicio del segundo acto uno con bastante fuerza ante el planteamiento de ciertos conflictos y la inevitable aparición de los elementos paranormales de cajón en este tipo de historias, pero que se va cayendo poco a poco conforme se van manifestando las malignas intenciones de los espíritus.

De pronto toda esta tensión que se logró mostrar en pantalla se pierde y, aunque se logra construir una atmósfera interesante, esta nunca resulta parte fundamental en la serie de posesiones poco imaginativas presentadas. Unas que además, por considerables lapsos de tiempo, se pierden debido a que nunca logran generar momentos en el que todas puedan converger de manera importante y solo las sacan a relucir cuando cierta escena lo requiere; provocando así una confusión total al momento de querer identificar cual es la verdadera amenaza.

La parte final tampoco ayuda mucho. Aquí es donde la historia se separa de manera clara de lo manejado previamente, enfocándose más en el tema de la redención para dejar los asesinatos en un segundo plano y así crear un desbalance muy marcado que termina dejando como resultado varias preguntas sin respuesta.

Las actuaciones de Robert Adamson, Jarrett Sleeper y Alex Frnka no están nada mal, muestran buena química y logran que personajes con marcados estereotipos te resulten agradables. La producción es bastante pequeña: el trabajo de fotografía es sólido (sobre todo en exteriores), la dirección de arte no tiene nada llamativo, el score cumple, el trabajo de sonido está ok, los efectos si dejan mucho que desear y la labor de maquillaje en general es simple.

Opinión final: The Axe Murders of Villisca es decepcionante. Inicia bien, pero rápidamente se convierte en una película de casas poseídas del montón.

Ojometro:
**

sábado, 21 de enero de 2017

Crítica: The Barn (2016)


Película escrita y dirigida por Justin M. Seaman, quien hace su debut dentro del género. Salió directamente en DVD (además de una versión limitada en VHS) el pasado mes de diciembre, aunque de momento solo se puede conseguir mediante su tienda oficial.

Sinopsis:

Es Halloween de 1989 y dos buenos amigos tratan de disfrutar la que será su última noche juntos en esta festividad antes de graduarse de la preparatoria. Sin embargo, los problemas los siguen cuando junto con otro grupo de amigos encuentran un viejo granero abandonado donde duermen fuerzas malignas que, sin saberlo, las han despertado.



Comentarios generales:

La década de los 80s tiene algo que nos obsesiona a todos los fanáticos del cine de terror, es una época prácticamente legendaria para el género y aquellos que no tuvieron la oportunidad de vivirla por lo general esperan ansiosos una pequeña probada de esta. Algo que saben varias personas allá afuera y eso mismo ha provocado una oleada de proyectos que pretenden recrear dicho aire ochentero, pero solo unos cuantos han logrado recuperar toda esa esencia de manera casi perfecta como The Barn.

Una película con la que desde el primer minuto Seaman muestra su amor por el género de terror, por la década de los 80s y, sobre todo, por la noche de Halloween. Ya que es en base a esta festividad con la que se construye toda una historia de tinte serie B que para muchos podría parecer simple o sin mucho sentido, pero que en realidad involucra muchas reglas y leyendas a las cuales tienes que ponerles atención para entender lo que está por venir; complementadas con elementos que no podían faltar en un cuasi slasher como personajes estereotipados y rebeldía juvenil. Al igual que con una cantidad de referencias ochenteras muy bien logradas (¡Dr. Rock!) que hacen del primer acto uno muy entretenido por todo lo que engloba.

Hasta ahí las cosas son agradables, sin embargo, es con el segundo acto cuando toman un rumbo más definido al darse las muertes esperadas y demás elementos estándar; aunque en realidad lo que lo hace interesante es el hecho de que estos tres demonios tienen su propia leyenda detrás que les brinda una identidad única y que representan en su totalidad el Halloween. Proporcionándoles así un elemento importante en su forma de accionar, ya que cuando están solos son un peligro que puede ser manejable; en cambio, si estos andan juntos, se vuelven una amenaza a gran escala que puede acabar con un pueblo entero. 

Un aspecto que le permite al director poder presentar diferentes tipos de situaciones amenazantes, no solo para producir encuentros directos con los jóvenes, sino también para generar una escena a “mayor escala” que muestre de manera importante el despliegue de efectos prácticos en todo su esplendor y así conseguir todos los propósitos establecidos de una u otra forma, siendo su único problema significativo la parte final. 

La cual resulta un tanto repetitiva y con ello provoca que el ritmo ágil que se había mantenido previamente disminuya un poco y no la haga tan emocionante. Algo que es un tanto fastidioso pero una vez superado las cosas toman buen rumbo para ofrecer una conclusión que dejará contentos a la mayoría, a pesar de cierta falta de claridad.

De las actuaciones hay que decir que sin duda son exageradas, pero así estaba planeado y cumplen su propósito. Aunque lo verdaderamente llamativo es la producción, no porque sea espectacular, sino porque es impresionante ver la fidelidad que lograron en cada detalle; al grado de que si no sabes de antemano que es una película de 2016 definitivamente creerás que salió en 1989.

El trabajo de fotografía es descuidado a propósito, la dirección de arte correcta, el score es espectacular y cumple una función muy importante, el trabajo de sonido es sólido, los efectos son prácticos en su mayoría y la labor de maquillaje está bien hecha.

Opinión final: The Barn la disfruté bastante. Es un gran homenaje al cine de terror serie B de los 80s que se debe de tomar como tal, ya que de lo contrario no los va a convencer.

Ojometro:
****

martes, 17 de enero de 2017

Crítica: Clinical (2017)


Película dirigida por Alistair Legrand (The Diabolical), quien además comparte créditos como co-escritor del guión junto a Luke Harvis. Se estrenó a nivel mundial el pasado 13 de enero exclusivamente en Netflix, aunque es probable que a mediados de año salga en formato físico.

Sinopsis:

La experimentada psiquiatra Jane Mathis (Vinessa Shaw) trata de ordenar nuevamente su vida después de un violento ataque al aceptar el caso de un paciente cuya historia es igual de devastadora que la suya.



Comentarios generales:

Los thrillers psicológicos son uno de esos subgéneros con los que existen las mismas probabilidades de éxito y fracaso debido a que son de los pocos que todavía pueden generar cierta duda en audiencias que cada vez son menos impresionables. Todo es cuestión de que tan bien explotados sean los elementos característicos con los que cuentan y sobre que tanto están dispuestos a invertir en el espectador para lograrlo, algo que Clinical pretende hacer como lo indica el librito; aunque sin los mejores resultados posibles.

Esto porque lo que nos regalan Lengrand y Harvis en su nueva colaboración es una historia que sin duda va a retar la paciencia de muchos espectadores debido a que su desarrollo se realiza de manera lenta. Sustentándose en dos líneas argumentales concebidas para mostrar las facetas de Jane durante su vida diaria y así crear un contraste sobre su comportamiento, lo cual suena interesante, pero en ya en pantalla no lo es tanto gracias a que su faceta como psiquiatra resulta bastante aburrida de ver y porque su faceta como alguien emocionalmente quebrada no ofrece los suficientes momentos de tensión como para que te importe demasiado su trauma, a pesar de que si es uno escalofriante.

Ya entrado en el segundo acto es cuando las cosas se vuelven más interesantes y en gran parte se debe a que se le da más exposición al personaje de Alex, un paciente desfigurado que poco a poco va superando un sufrimiento profundo y cuyo principal objetivo es ser ese enlace emocionalmente potente con el cual uno pueda simpatizar; además de volverse parte importante para que el personaje principal te resulte más humano. Igualmente,  es a partir de aquí cuando se empieza a jugar con lo que es verdad y lo que no; tal vez de manera no tan importante como en algunos trabajos similares, pero si con el suficiente nivel de impacto para construir un aparente conflicto que en el camino brinda algunos momentos visualmente llamativos.

La parte final no está mal, pero sentí que la alargaron demasiado. Finalmente todo lo anterior converge de manera natural, pero al involucrar a varios de los personajes secundarios que hasta ese momento solo habían servido de adorno ser pierde algo del shock que se supondría tendría que provocar dicho acontecimiento. Aunque igual es aquí donde se ofrece la mayor cantidad de sangre y eso beneficia mucho para que el desenlace se sienta con bastante fuerza.

En cuanto a las actuaciones puedo decir que Shaw no lo hace mal, aunque su nivel de locura no es tan convincente; sin embargo, quien se lleva todos los reflectores es Kevin Rahm como Alex al regalar una actuación que en general salva la película a partir del segundo acto. La producción es de buena factura: el trabajo de fotografía está bien cuidado, la dirección de arte es genérica, cuenta con un buen score, el trabajo de sonido es acertado, los efectos sencillos cumplen y la labor de maquillaje se centra principalmente en un solo personaje, pero con muy buenos resultados.

Opinión final: Clinical es aceptable. Sin duda la lentitud con la que se desarrolla le afecta, pero puede ser una buena opción para algún día en donde no tengan otra cosa que ver.

Ojometro:
***

sábado, 14 de enero de 2017

Crítica: Pitchfork (2017)


Debut tras la cámara del director Glenn Douglas Packard, quien además comparte créditos como co-escritor del guión junto a Darryl F. Gariglio. Se estrenó por medio de iTunes y VOD dentro de los Estados Unidos este 13 de enero, aunque todavía no hay información sobre si saldrá en formato físico.

Sinopsis:

Después de revelar su homosexualidad, Hunter viaja junto con un grupo de amigos desde Nueva York a la granja de su familia para pasar un fin de semana. Ya estando ahí, la situación con su padre se torna tensa, pero ese será el menor de sus problemas cuando empiecen a ser perseguidos por un perturbado asesino.



Comentarios generales:

Como lo he comentado con anterioridad, si hay un subgénero ideal para entrar al mundo del terror es sin duda el slasher debido a que su fórmula ha demostrado ser resistente al paso de los años y su estructura simple es una que cualquiera puede explotar. Obviamente eso es benéfico, pero también resulta como el caldo de cultivo ideal para que cientos de propuestas (con todo tipo de presupuestos) salgan año con año buscando crear al nuevo Jason Voorhees bajo la idea que con un asesino visualmente llamativo es más que suficiente para lograrlo, lo cual es un error y Pitchfork es el ejemplo perfecto de esto.

Ya que Douglas Packard desde el primer instante demuestra que su verdadera meta es la creación de un asesino icónico a como dé lugar y se olvida de todo el resto de los elementos necesarios para que su historia logre ser, por lo menos, divertida. Cometiendo el grave error de no darnos siquiera un tipo de origen y sustentando los primeros 35/40 minutos en cosas tan absurdas que difícilmente podrán obtener el interés del espectador, lo cual va desde un conflicto familiar con poco peso hasta un cuasi tributo a Footloose cuyo único objetivo es establecer a un grupo de personajes estereotipados con los que difícilmente se logra generar cierta empatía, a pesar de que si cuentan con motivos para hacerlo.

Sin embargo, una vez que inicia la masacre esos motivos quedan en el olvido para darle paso a la masacre que le proporciona un ritmo mucho más dinámico a la acciones, aunque nada de lo demás es precisamente una maravilla. Las muertes son en su mayoría bastante genéricas  y en general todo lo que tiene que ver con el asesino persiguiendo a las víctimas es muy desangelado: hay gritos sí, pero nunca sientes la tensión que deberías considerando que prácticamente todo el segundo acto consta de ver a estos jóvenes correr o pelear por sus vidas ante alguien prácticamente invencible. Quien además parece tener una habilidad de teletransportación porque llega muy rápido a todos lados, desafiando así la lógica de ciertas acciones.

La parte final es absurda por donde se le vea. Si explican de manera muy vaga los motivos por los cuales Pitchfork es así pero, en lugar de profundizar un poco más sobre esto, el director mejor opta irse por el camino de lo  grotesco y en presentar una serie de decisiones o comportamientos extraños que solo te dejan más dudas.

Las actuaciones son malas, algunas resultan muy exageradas y otras simplemente son intrascendentes como para poder lograr que estos personajes genéricos te importen. Sobre la producción si puedo decir que está bien para ser un trabajo independiente: el trabajo de fotografía es efectivo, la dirección de arte aceptable, el score no es nada del otro mundo, el trabajo de sonido tiene deficiencias, los efectos son muy simples y la labor de maquillaje cumple en su objetivo principal.

Opinión final: Pitchfork es un desastre. Ejemplo perfecto de cuando se pretende crear un asesino icónico, pero se olvidan de todo lo demás.

Ojometro:
**